La peruanista italiana Giovanna Minardi, invitada a la feria de libros de Lima, hace décadas merodea la literatura peruana. En esa tarea, ha publicado varios estudios, como La cuentística de Julio Ramón Ribeyro o el reciente ensayo Una voz de la literatura peruana de los 80. Cronwell Jara Jiménez. La vida es mágica y la magia de la literatura, que, por coincidencia, esta edición de la FIL de Lima 2023 le rinde homenaje al escritor piurano.
Pero Minardi también ha realizado antologías, entre ellas, Alquimia y fuego. Antología crítica sobre la obra poética de Rosina Valcárcel, Cuentas. Narradoras peruanas del siglo XX, Breves, brevísimos. Antología de la minificción peruana y, otra más regional, Cuentos pigmeos. Antología de la minificción latinoamericana.
La académica, hace un buen tiempo, sigue los pasos de César Vallejo, pues ella considera que el poeta santiaguino es “un precursor de la microficción”.
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—¿Cómo llega a plantearse ese tema con Vallejo?
—A propósito de la minificción, estoy trabajando sobre minitextos de Vallejo. El año pasado, en un congreso que hubo sobre el de Trilce, yo presenté una ponencia sobre los minitextos de Vallejo, que, para mí, se han estudiado poco.
—¿A qué minitextos se refiere?
—Como los que aparecen en Carnets, Fabla salvaje, Escalas melografiadas. Son unos textos que a veces, en su brevedad, tienen muchísimo humor. Para mí, Vallejo es un precursor de la minificción, aunque, claro, todo esto hay que ponerlo dentro del marco de su narrativa experimental. Él no tenía una conciencia o manejaba una teoría sobre la minificción, entonces nadie la manejaba.
Cronwell Jara y su ensayo. Foto: composiciónLR
—Puedes citar un ejemplo.
—Justo, tengo aquí el texto. Está en el libro Contra el secreto profesional. Lo cito: “Conozco a un hombre que dormía con sus brazos. Un día se los amputaron y quedó despierto para siempre”. Este texto es genial, es, propiamente, un minicuento. Está el narrador, está el tiempo y está el drama. Estos minitextos, en algunos casos, pueden leerse también como poesía. Como puede ver, todo se me va juntando. Estudio a Cronwell Jara, Jara hace una novela sobre Vallejo, yo estudio la microficción y encuentro estos microtextos en Vallejo.
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—A propósito, usted ha trabajado antología de microficción, ya es un género.
—Yo, cuando publiqué Cuentos pigmeos, después Breves, brevísimos, era un género que aquí entonces casi no se conocía. En ese sentido, creo haber sido un poco la pionera en difundirlo. Ahora sí ha crecido muchísimo, a nivel teórico y a nivel de escritura. La minificción no significa escribir cuatro líneas y ya has escrito un buen cuento o minificción. Si es un género o no, eso es aún un debate abierto. La cuestión es escribir un buen texto, cuanto más breve, más difícil.
—Sí, es un reto, como es hacer buenos poemas caligramáticos…
—Así es. Ahora hacer microficción está de moda, pero ya sabemos, la moda siempre es un poco peligrosa. Se convierte en algo mediático, superficial. Hay que tener cuidado.
—¿Qué le convocó estudiar la narrativa de Cronwell Jara?
—Siempre me hablaron del gran escritor Cronwell Jara, pero cuando lo conocí en persona me pareció un escritor que no tomaba la literatura para lucirse ni para buscar vitrinas. Me pareció un autor humilde. Eso, por el lado de su persona, pero por el lado narrativo, como escritor, ante un mundo marginal, en comparación de Los gallinazos sin plumas, de Ribeyro, su narrativa de Montacerdos tenía otra actitud.
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—¿Qué actitud?
—Como sostengo en mi ensayo Una voz de la literatura peruana de los 80. Cronwell Jara Jiménez, la visión de Ribeyro es una visión desde afuera del mundo marginal. Sin duda, Ribeyro es un gran cuentista, tiene un gran manejo de la lengua, de la técnica narrativa, pero, como digo, su visión es desde afuera. En el caso de Cronwell Jara, él vivió en ese mundo, fue parte de ese mundo marginal. Entonces, eso le otorga una visión muy particular, que es desde adentro.
—Una visión, por supuesto, realista…
—Sí, su literatura es una narrativa de denuncia, pero, al mismo tiempo, no es nada panfletaria. Es una literatura realista, pero con mucha poesía y con mucha imaginación y con muchísima creatividad.
—Pero alguna crítica señaló que exacerba el naturalismo y es proclive a lo escatológico.
—No estoy de acuerdo. Yo, más bien, veo allí una gran imaginación literaria, una gran creatividad. Yo creo que el gran compromiso de Cronwell Jara es con la palabra escrita, con la literatura. Esto también se ve en su otra novela, Faite, porque yo le veo una especie de hilo rojo entre Montacerdos y Faite. Ahora, Faite, podría decir, ofrece una visión pesimista de la realidad, y, al mismo tiempo, pese a las heridas y llagas sociales, hay cierto regocijo por la vida en este país o en esa realidad que se está cayendo a pedazos. Pero en esa visión, Cronwell Jara apuesta por el valor de la palabra literaria. Yo no creo que él quiera darme un mensaje social bien definido, sino, como él lo dice, escribir bien, con mucha imaginación.
—O sea, la creación como luz para la conciencia…
—Como lo dice en su reciente novela sobre César Vallejo, él cree en el arma de la palabra. Sí, la palabra es un arma que dispara, pero hay que preguntarse cuál es el blanco. Esa conclusión la debe extraer el lector.
Ceremonia. En la sala Vallejo, la FIL de Lima rinde homenaje a Cronwell Jara. Participan Cecilia Granadino, Bernardo Álvarez, Fernando Carrasco y Pedro Ugarte. 7:00 p.m.Cronwell Jara y su ensayo.