Un equipo de físicos de la Universidad Técnica de Múnich (TUM), en Alemania, ha presentado una investigación científica en la revista Physical Reviews Letters, donde muestran indicios de los remanentes de una supernova —explosión de una estrella en su etapa final de vida— en la corteza terrestre que data desde hace 2.500 millones de años
La detonación de una supernova genera la expulsión de una serie de elementos químicos, tales como el hierro, el manganeso y otros metales pesados cuyas densidades son mayores a la del agua.
Precisamente, el equipo de expertos ha confirmado el hallazgo de hierro-60 y manganeso-53, dos variantes relacionadas a los remanentes de una supernova. La estrella que concluyó su actividad debió tener entre 11 y 30 veces el tamaño de nuestro Sol, explicó Gunther Korschinek, autor principal del estudio.
“El aumento de las concentraciones de manganeso-53 es como una especie de ‘arma humeante’; la prueba definitiva de que esta supernova realmente tuvo lugar”, recalcó Korschinek.
El manganeso-55, comúnmente, llega a nuestros linderos mediante el polvo cósmico que ingresa a la atmósfera de la Tierra tras un largo viaje desde el Cinturón de asteroides.
Sin embargo, el manganeso-53 encontrado no es tan abundante en el planeta Tierra. De acuerdo con sus mediciones, los científicos involucrados comunicaron que este elemento dejó su ‘huella’ en capas de sedimentos marinos. Estas capas albergan las costras del manganeso.
“Este es un análisis de ultratrazas (elemento químico que normalmente comprende menos de un microgramo por gramo de un organismo determinado) de investigación”, dijo Gunther Korschinek. Luego, apuntó: “Estamos hablando simplemente de unos pocos átomos en las muestras”.
Thomas Faestermann, otro de los coautores del artículo científico, expresó que la explosión de la estrella pudo conducir a una mayor formación de nubes y que cabe la posibilidad de vincularla con la Edad de Hielo, hace 2.600 millones de años.
La vida media del manganeso-53, según concluyen los investigadores, es de 3.700 millones de años a partir de otras observaciones metódicas.
En diciembre de 2019, Betelgeuse, la supergigante roja de la constelación de Orión —una de las nueve más brillantes en la perspectiva de la Tierra—, bajó la intensidad de su brillo en un 65%: los astrónomos pensaron que su fin era inminente, pues la masa del astro habría empezado a perderse.
Betelgeuse expulsó material caliente y, tras enfriarse, creó una nube que obstaculizó la luz de esta estrella al menos 550 veces más grande que el Sol | Foto: NASA.
Según un comunicado de la NASA, los especialistas explicaron que Betelgeuse cumple un ciclo de expansión y contracción cada 420 días. Otra explicación otorgada por la agencia espacial de los Estados Unidos, mediante el telescopio espacial Hubble, fue que la estrella se ‘desvaneció’ por estar obstruida como consecuencia del enfriamiento de su material caliente, que formó nubes de polvo delante de su espectro, “una expulsión traumática”.
Si bien la supergigante roja ubicada a 642 años luz de nosotros aún sigue alumbrando los cielos, se encuentra en su fase de deceso, porque multiplicó su tamaño al agotarse su hidrógeno: ahora se vale del helio. De explotar, no significaría un peligro para la Tierra. Está muy lejos para ello.