Tesoro. La Biblioteca Estatal de Rusia desvela una colección de 12 mil obras eróticas confiscadas en tiempos de la URSS.,Rodrigo Fernández. Moscú. El País. España. Los rusos solían bromear en tiempos del comunismo con el tema de que el sexo no existía en Unión Soviética —como lo afirmó en su día una joven en una videoconferencia entre rusos y estadounidenses—, pero ¡vaya si lo había!, y no solo en la realidad, sino también en sus diferentes manifestaciones artísticas. Baste con leer algunas páginas cargadas de erotismo en El don apacible, del soviético premio Nobel Mijaíl Shólojov, u otras muchas de los clásicos rusos. Pero la verdad es que el erotismo estaba en su mayor parte escondido, pertenecía al tabú, a lo que en aquella época se consideraba pernicioso y dañino para el llamado nuevo hombre. Y así lo demuestra la colección erótica secreta que guarda la principal biblioteca de Rusia. Aunque al erotismo, así como a las teorías burguesas y novelas vanguardistas, no tenía acceso el gran público, sí estaban los elegidos —la nomenklatura comunista— que podían leer y contemplar lo que quisieran, pues a ellos se les permitía acceder a lo que se conocía como el spetsjran, es decir, lo que estaba en mantenimiento especial: libros, folletos, álbumes, grabados… El gran depositario de estos materiales era la Biblioteca Lenin, hoy Biblioteca Estatal de Rusia. Y allí, en el piso 9, se encuentra una colección de arte erótico cerrado al público general. Se trata de 12.000 unidades provenientes de todo el mundo, colección comenzada en los primeros tiempos de la URSS y que fue aumentando con los años con objetos confiscados en aduana y sobre los que hasta la semana pasada la gente de la calle nada sabía. Allí hay desde grabados japoneses del siglo XVIII hasta novelitas rosa de los años 60. Y aunque ya no es oficialmente secreta, la colección no se ha estudiado ni catalogado todavía completamente. La principal encargada del contenido de esta colección, Natalia Chejrnij, afirma que la Biblioteca ha decidido conservarla intacta, “como una reliquia de la época en que fue creada”. Chernij explica que sus inicios datan de los años 20 del siglo pasado, cuando los bolcheviques convirtieron lo que antes era el Museo Rumiántsev en la principal biblioteca del país. Una de las primeras joyas en pasar a engrosar la colección erótica está compuesta por grabados de la serie Los siete pecados capitales —que incluye uno de una mujer masturbándose— autopublicados en 1918 por Vasili Masiutin (1884-1955), un pintor conocido por sus ilustraciones de obras de Alexandr Pushkin y Antón Chéjov. Nikolái Skorodúmov fue uno de los principales contribuyentes a esta colección erótica: él había comenzado a juntar libros en su juventud y llegó a ser vicedirector de la Biblioteca Lenin. Pero además de libros serios y raros, le gustaban las obras de contenido erótico. Entre sus tesoros se encontraba unos dibujos y acuarelas del vanguardista Mijaíl Lariónov, quien trabajó con su esposa Natalia Goncharova en los famosos ballets rusos de Diáguilev. Esos dibujos y grabados —algunos de los cuales reflejarían relaciones homosexuales, pedofilia y zoofilia— causarían escándalo en Rusia incluso hoy en día. La contribución de Skorodúmov a la colección erótica secreta fue póstuma: después de su muerte, en 1947, se descubrió su pasión por el erotismo. Algunos sostienen que Skorodúmov no fue denunciado ni terminó en el gulag simplemente porque proveía a Guénrih Yágoda, jefe de la policía secreta en tiempos de Stalin, con material pornográfico al que era aficionado.