PPK no la tiene fácil. El contexto económico nacional e internacional es difícil, como lo ha subrayado Félix Jiménez. El contexto político es igualmente complicado. Tiene que operar dentro de un gobierno dividido en el que el Ejecutivo está en sus manos, pero el Congreso es controlado por el fujimorismo. Esta situación se agrava debido al presidencialismo parlamentarizado en el que, a diferencia del presidencialismo puro, el Presidente de la República está sometido a una serie de controles parlamentarios. La cosa se pone color de hormiga si se tiene en cuenta la falla de dos herramientas fundamentales de la política: el partido y el Estado. PPK no tiene partido de gobierno porque carece de partido en la sociedad que lo respalde. El agrupamiento personalista PPK es él y sus amigos. El Estado que necesita para desplegar las políticas públicas cuenta con pocas capacidades y tiene escasa penetración en la población y en el territorio. Es un estado básicamente costeño, débil e ineficiente. Pero no todo es un conjunto de dificultades, problemas y carencias. PPK tiene también sus activos con los que puede responder a los desafíos que tiene al frente, comenzando por él mismo. Si se le compara con los presidentes que el Perú ha tenido en las tres últimas décadas, PPK es quizá el mejor equipado para enfrentar esos desafíos, en particular el difícil contexto económico nacional e internacional. Si usa su buen criterio, puede rodearse de un excelente equipo de ministros, viceministros y altos funcionarios que le ayuden a enfrentar los problemas y desafíos. Si se considera el gobierno dividido dentro del presidencialismo parlamentarizado tres escenarios posibles: el cogobierno, la confrontación y la concertación. Todos ellos tienen pros y contras. El cogobierno con el fujimorismo es posible porque ambos apuestan al mantenimiento del modelo neoliberal, pese a las diferencias de matices de sus programas económicos. Recibe, además, el fuerte respaldo de los poderes fácticos. Al fujimorismo no le conviene, sin embargo, el cogobierno porque necesita tener las manos libres para enfrentar en buenas condiciones las elecciones regionales y locales del 2018 y las generales del 2021. El fujimorismo es el más proclive a un escenario de confrontación esperando que él le rinda mejores resultados para enfrentar las elecciones del 2018 y 2021. Parece estar dispuesto, con este fin, a usar su mayoría parlamentaria para jaquear y bloquear al gobierno de PPK. Este, sin embargo, tiene herramientas diversas para desbloquearse y ganar la batalla, la principal de ellas el control del MEF que, en la práctica, ha gobernado el país durante los últimos 30 años, independientemente de la falta de control del Parlamento por parte del Ejecutivo. El límite mayor que puede tener este escenario es el rechazo de la opinión pública a un confrontacionismo cerril y caprichoso. El escenario más viable parece ser el de la concertación abierta y plural sin compromisos de cogobierno ni con el fujimorismo ni con el Frente Amplio. Concertación económica con el fujimorismo y concertación para combatir la corrupción y defender los derechos con el FA.