Siempre se nos dice, razonablemente, que un día como este es para la reflexión. La idea es que debemos reflexionar sobre cuál es el candidato que merece nuestro voto. Pero hemos tenido para eso un largo tiempo, de afirmación, reafirmación o de duda. Quizás deberíamos compartir el día con otras preocupaciones. Lamentablemente no existen días asignados para reflexionar sobre algunos de los temas centrales de nuestras vidas. Esto porque no hay momentos ni mecanismos para poder decidir sobre la educación, la salud, la seguridad o la economía, por citar algunos. Son temas frente a los cuales no se nos presenta realmente opciones. Se supone que hay personas que hacen esa reflexión por nosotros, es decir las autoridades que nos representan. Pero una vez elegidas esas personas, la reflexión y la decisión se nos van de las manos. Toma la posta el fatalismo: los encargados piensan o deciden bien o mal, y a los descontentos no les queda sino reclamar. Sin embargo la gente reflexiona incesantemente. ¿Pero dónde está su reflexión en el día a día? Algo se filtra hacia los medios y las redes sociales, y efectivamente propicia debates. Pero los poderes del Estado no son muy sensibles a esos intercambios de opinión. Por momentos parece como que gobernar solo fuera imponer. Nuestra reflexión de un domingo electoral no va a cambiar la cuestión de fondo de la representatividad y la ciudadanía. Para que eso ocurra tiene que haber más reflexiones, para las cuales lo más idóneo es la participación en instituciones en los diversos niveles de nuestras vidas. Elegir es el buen camino para incentivar la reflexión y las buenas decisiones. A falta de partidos establecidos, entonces quizás nos falta un calendario de referendos para los temas más importantes de la vida cívica. Una especie de cogobierno limitado y puntual de la ciudadanía. Algo que fortalecería a las autoridades y a la democracia. De modo que la reflexión de este domingo no debería ser solo sobre dos candidatos, sino sobre nosotros mismos como protagonistas del espacio republicano. El diálogo con el ganador no puede seguir siendo solo sobre promesas incumplidas. Debe ser también sobre meditadas propuestas ciudadanas por el camino que hay por delante.