Esta situación de desequilibrio entre lo positivo y lo inaceptable es la que está colocando al Congreso bajo la muletilla política “que se vayan todos” que circula en estos tiempos.,Hay cada vez más voces exasperadas pidiendo que se cierre el Congreso, o quizás incluso que se le desaparezca. No reclaman un golpe, suponemos, sino un pase de magia que simplemente haga desaparecer el problema. Nadie explica cómo se lograría esto, o cómo se reemplazaría a este Congreso por uno mejor. Algo que exigiría un nuevo pase de magia. El país tiene un empacho de escándalos parlamentarios, el cual se refleja en la bajísima aprobación del Congreso, con justos pagando por pecadores. Mientras tanto la corporación de congresistas sigue investigando a los demás políticos y funcionarios como si no pasara nada. Todo esto ya lo habíamos visto, pero no de manera tan desequilibrada. El Congreso no va a ser cerrado, puesto que no hay argumentos constitucionales para disolverlo por indecencia, ni puede ser vacado, ni puede renunciar en masa. No puede ser cerrado, y al mismo tiempo tampoco puede ser controlado. El voto preferencial ha producido un tipo de congresista sin disciplina partidaria alguna en su conducta personal. Es notorio que los escándalos de los congresistas son casi todos de menor cuantía, con el patético mordisco a los ingresos de sus propios auxiliares como caso emblemático. Pero en una semana como esta hemos visto destapes, por ser confirmados, en áreas más complicadas, como el narcotráfico o los fondos de campaña de Odebrecht. Hasta aquí fue verdad sostenida que los Congresos han funcionado en virtud de una minoría capacitada capaz de contrapesar el lastre representado por los demás. Esto ya no parece tan claro. Hoy esa minoría existe, pero abrumada por un cúmulo de inconducta y de escandalosidad, convertido en el rostro del Congreso. Esta situación de desequilibrio entre lo positivo y lo inaceptable es la que está colocando al Congreso bajo la muletilla política “que se vayan todos” que circula en estos tiempos. Pero sabemos que eso es utópico, y que más bien se trata de que en el 2021 no vengan otros como los de ahora. ¿Pero cómo lograr eso a partir de un Congreso como este? Mientras tanto tendremos al congresista que un día dice estar votando contra la corrupción y al otro día aparece señalado como parte activa de la corrupción. Un Congreso realmente esquizofrénico.