Con el manto de corrupción que hoy Odebrecht está echando sobre el gremio político, Montesinos debe estar sonriendo intensamente.,Vladimiro Montesinos acaba de precisarle a un congresista de la mototaxi que él “hablaba más con Keiko que con Kenji Fujimori”. La precisión es sibilina, pues entre otras cosas en los años 90 el hijo no tenía edad para mayores conversaciones, mientras que la hija fungía de primera dama y ejercía poder. En una misma frase Montesinos toma distancia de Kenji (no hablaba con él) y de Keiko Fujimori, al enmendarle la plana a uno de sus defensores. Como si ya estuviera cansado de ser un arma arrojadiza en la pelea dentro de Fuerza Popular, donde paradójicamente ser montesinista ha devenido en una suerte de censura. No hay amor perdido entre Keiko Fujimori y su antiguo asesor. En sus dos campañas ella se ha jactado de ser quien primero hizo sonar la alarma en el gobierno sobre la necesidad de separar a Montesinos. Algo nunca confirmado, y una cuenta que Montesinos nunca se cobró, quizás hasta ahora en el fragor de esa lucha interna. ¿Significa esto una cierta proximidad a Kenji Fujimori? No se sabe, pero en cierto modo lo ayuda oblicuamente al tomar esa hilacha de distancia. Quizás es solo un caso en que funciona lo de “el enemigo de mi enemigo”. Es más o menos obvio que Kenji Fujimori no va a agradecer el comentario. Tal vez para Montesinos es importante cuidar una imagen de legitimidad en sus 10 años de colaboración con el gobierno de Alberto Fujimori. En cierto modo ese sería el único camino para una difícil reivindicación. Que los fujimoristas de última hora lo traten como un paria del partido no puede gustarle. En esto Montesinos está coincidiendo, quizás sin buscarlo, con el albertista Alejandro Aguinaga, quien acaba de indignarse por el mal trato de varios mototaxistas de “alto tránsito multipartidario” a Alberto Fujimori y su hijo. Con la partida de Kenji de FP, es la legitimidad en el fujimorismo lo que ha entrado en discusión. Con el manto de corrupción que hoy Odebrecht está echando sobre el gremio político, Montesinos debe estar sonriendo intensamente. Sin duda hay diferencias de escala, pero en temas de moralidad ese no es un argumento muy fuerte. Va camino de ser uno más entre los inquilinos recurrentes del poder. Ya no se debe sentir tan solo.