La previsible renuncia de Kenji Fujimori a Fuerza Popular es el aprovechamiento de un momento propicio o un signo de los tiempos que se vienen? No se habla de renuncias en otros partidos. ¿Por qué no se van a producir? ¿Porque hay una espera de señales más contundentes de descrédito o porque no hay hacia dónde trasladarse? Hay dudas sobre si las nuevas revelaciones de Jorge Barata van a producir una hecatombe judicial de líderes partidarios. Un semanario sugiere en su portada pasarlos a todos por el inodoro. Pero en términos de reemplazo político, ¿quiénes jalarían esa cadena? En otras palabras, ¿la crisis política general de origen anticorruptivo ya está entre nosotros? Los escenarios todavía son bastante hipotéticos. La fórmula Kenji, dejar el partido y formar uno nuevo, no está al alcance de todos. El cambio de directiva a partir de una reacción interna no suena fácil en ninguno de los partidos. El escenario más disponible es acudir al espíritu de cuerpo y sacarle el mayor provecho posible a una situación difícil. Lo más probable es que en términos de candidaturas el panorama post-Barata no cambie tanto. Por lo pronto hay figuras que ya estaban fuera de juego para el 2021, como Pedro Pablo Kuczynski o Susana Villarán. Los demás siguen siendo la opción electoral más fuerte de sus respectivas agrupaciones, y con diversos grados de control de sus aparatos partidarios. Cuesta trabajo imaginar una campaña 2021 dominada por las mutuas acusaciones, pero eso es algo que hemos visto antes, aunque no tan frescas o tan intensas. Pero igual o más trabajo cuesta imaginar una campaña solo con rostros frescos o cuando menos no contaminados por Odebrecht. Lo más probable es que veamos ambas cosas entremezcladas. Es poco probable, pues, que estemos en las vísperas de un panorama político realmente nuevo. Pero el desgaste por Odebrecht puede significar inesperadas oportunidades para los políticos que sepan aprovecharlo. Con mejor salud, Alberto Fujimori hubiera podido ser uno de ellos. Otro podría ser un radical de izquierda o de derecha que todavía no conocemos. Quizás hay una moraleja a futuro: lo que realmente cambia los panoramas políticos no son las crisis morales, por profundas que sean, sino las reformas. Estas últimas son esfuerzos de la inteligencia y el patriotismo cuya hora aquí todavía no ha llegado.