La idea es, claro, que antes de las redes ya existían las mentiras electorales, y se supone que los electores tenían la capacidad de separar el trigo de la paja. Ahora esa capacidad está desapareciendo, mientras las mentiras se van convirtiendo en más inteligentes, abundantes y eficaces.,Las celebraciones de 200 años de la novela Frankenstein; o el Prometeo Moderno, de Mary Shelley, están coincidiendo con una reacción mundial a los aspectos negativos de las redes sociales. Ya se sabe que gigantescos desembalses de noticias falsas tuvieron un importante papel en los incongruentes resultados del Brexit y de la elección estadounidense, ambos en el 2016. A partir de allí las democracias han empezado a temer por la neutralidad de sus elecciones. La corte suprema del Brasil ha puesto en marcha un operativo para impedir que las redes sociales inunden y distorsionen la próxima elección con falsas noticias. Los países que no sigan su ejemplo lo harán a su propio riesgo. La mentira es una vieja presencia en la política electoral. Lo nuevo es la capacidad de usar las redes sociales para imponérsela a un electorado con difusión y velocidad capaces de voltear una elección. Ni más ni menos que el engaño a una ciudadanía, en circunstancias en que este no tiene cómo ser desmentido. Los gobiernos vienen buscando maneras de impedir que el lado oscuro de la fuerza cibernética se imponga a todos sus otros aspectos. Se ha responsabilizado a la liberalidad de las grandes empresas de la red, sin capacidad, o sin deseo, de controlar realmente los contenidos que pasan por sus manos. Los juicios han empezado a escalarse. La falsa noticia atenta contra el meollo mismo de un proceso electoral, en la medida que coloca una venda sobre los ojos de quien tiene que decidir en base a la información disponible. Podemos imaginar pronto comicios donde la cosa se reduzca a optar entre un puñado de falacias contrapuestas, disparadas por máquinas capaces de derrotar al raciocinio. La idea es, claro, que antes de las redes ya existían las mentiras electorales, y se supone que los electores tenían la capacidad de separar el trigo de la paja. Ahora esa capacidad está desapareciendo, mientras las mentiras se van convirtiendo en más inteligentes, abundantes y eficaces. Invita a pensar en algo así como el fin del diálogo político. En cierto modo, pues, los trolls que hoy infestan las redes en el país son los adelantados de lo que va a ser la elección peruana del 2021.