Las dificultades para inscribir partidos han limitado la llegada de rostros nuevos a las grandes ligas de la política, con lo cual un alto número de los nombres que circulan por allí vienen de decenios atrás.,Cada vez escucho a más gente decir en privado que en estos tiempos le aburre la política. Es un comentario que se contradice con el evidente triunfo de lo escandaloso en la sección política de los medios. Sin duda en estos meses hemos conocido cosas nunca vistas, y se nos ofrece cosas aun más sorprendentes, si todavía queda algo sorprendente. ¿Entonces de dónde viene ese aburrimiento? Quizás una sobreabundancia de cosas espectaculares está volviendo al público más exigente. Así, las sorpresas de hoy podrían estar simplemente evocando las de ayer, y adquiriendo la pátina de los refritos. Suele suceder cuando, por ejemplo, los desenlaces inminentes no se concretan. De otra parte el giro escandaloso/espectacular de la política podría estar convirtiendo a la política electoral en algo tedioso. Las encuestas de estos días sugieren que el público ha perdido interés por las precandidaturas disponibles. Un 30%+ no quiere saber nada con las figuras del 2021. Un 44% no se interesa por los precandidatos municipales de Lima, cuyas cifras son en sí mismas tediosas, de tan reducidas. Las dificultades para inscribir partidos han limitado la llegada de rostros nuevos a las grandes ligas de la política, con lo cual un alto número de los nombres que circulan por allí vienen de decenios atrás. Los cartelones electorales se van llenando cada vez más de la palabra “experiencia”, a menudo para distraer de la palabra “trayectoria”. Con la repetición de los nombres, las elecciones se han terminado pareciendo las unas a las otras. Si miramos las cifras de los políticos más antiguos, la norma es el desengaño, mientras que frente a los más nuevos la norma es cierta indiferencia. Todo esto tiene excepciones, sin duda, pero igual la popularidad de los políticos se viene encogiendo. Podríamos concluir que el tedio es frente a la democracia misma y su poca capacidad de producir resultados. Acaso es el mismo tipo de aburrimiento que suelen producir aplausos y espectaculares cifras de aprobación a los golpes de Estado en nuestra historia. Por lo cual debemos pensar que ese tedio tiene mucho de impaciencia. Políticos peleándose entre sí como si esa fuera la solución a los problemas nacionales no es el espectáculo político que más gusta. Aunque al comienzo parezca que sí.