Barranco es uno de los distritos más pequeños de Lima, pero también uno de los más simbólicos, lo que hace que sea un espacio especial para la capital.,En una ciudad que lucha para no sofocarse entre el humo, el cemento y las urgencias de 10 millones de personas, Barranco es un lugar de respiro. Su calma y encanto, sin embargo, van desapareciendo entre negligencias y codicias. Su arquitectura era una de sus principales características. No son pocas las casonas que sobrevivieron a la guerra con Chille y que crearon un espacio urbano único en Lima. Pero este patrimonio está siendo borrado por un boom constructor que no conoce de políticas de conservación. Los nuevos edificios que ahora se llevan el protagonismo han introducido una densificación que, si bien es necesaria para una ciudad como Lima, no ha tomado en cuenta las particularidades de este distrito que está por llegar al punto de colapso. Los comercios locales van siendo desplazados y las construcciones sobre los acantilados ya se adueñaron de la vista al mar. A ello se suman los restaurantes a orillas de la Costa Verde, que no solo constituyen una privatización del espacio público, sino que su “exclusividad” contrasta con el abandono del malecón y las playas. A la par, la publicidad luminosa e invasiva ha tomado por asalto las esquinas y los aires del distrito. Cada metro cuadrado pareciera estar a la venta. El escenario de zozobra se completa con el tráfico insano que ha cambiado por completo el espíritu bohemio que encantó a Eguren o Ribeyro. Este problema se agudizó con la construcción del Metropolitano unos años atrás, pero ahora es una pesadilla que necesita solución urgente. Barranco es uno de los distritos más pequeños de Lima, pero también uno de los más simbólicos, lo que hace que sea un espacio especial para la capital. Todas las ciudades requieren zonas que conserven con recelo su historia mientras se consolidan como centros culturales y turísticos. Barranco tiene todo para ser ese lugar. Tenemos que recuperarlo.