La única referencia que hizo Francisco a nuestros años de violencia, en realidad, fue a mi parecer un grave error.,El Papa Francisco alzó vuelo desde El Callao el domingo por la tarde y algunas personas dicen que todo volverá a la normalidad peruana, con sus confrontaciones y sus diálogos de sordos. Es cierto, pero no tanto. El legado del Papa verde no puede borrarse fácilmente. Para las personas que hace años trabajamos junto a pueblos indígenas y luchamos contra el extractivismo compulsivo ha sido fascinante ver, como el discurso de Francisco en Puerto Maldonado, ha calado sobre personas que jamás han estado siguiera en la selva. En la bodega de la esquina de mi casa, una señora modesta, una ama de casa que compraba yucas, dijo: “estos alimentos vienen de la selva, el Papa ha dicho que debemos defender a los pueblos de la selva, para cuidar nuestra casa común”. Y creo que ese mensaje, en una sociedad que tiene demasiado arraigada la idea del país como minero o petrolero, ha sido fundamental. En Trujillo, a su vez, mencionó por primera vez en un discurso papal la palabra feminicidios. Esa incorporación es muy importante porque ahora ni los sacerdotes ni los miembros de la jerarquía eclesiástica podrán oponerse al uso del término que, en nuestro país, aunque ustedes no lo crean, tiene todavía duros adversarios… incluso dentro del ámbito mismo del Poder Judicial (aún hay jueces que no quieren aplicar la norma del Código Penal). Por eso que el mismo Francisco solicite “una legislación y una cultura de repudio a toda forma de violencia hacia las mujeres” ha sido significativo. Los silencios del Papa Francisco, a su vez, han sido elocuentes: no mencionó la situación de las víctimas de los sacerdotes y laicos pederastas, tanto de los miembros del Sodalicio, como de otros sacerdotes diocesanos que siguen sin pagar sus delitos ante la justicia. ¡Ese silencio ha sido una piedra en la esperanza de las víctimas! Por otro lado, entendemos que la situación política previa a su llegada estaba crispada y no creo que su intención fuera exacerbarla, pero tampoco tuvo el gesto de reunirse o siquiera mencionar en un discurso público, a las víctimas de los crímenes de Alberto Fujimori y el Grupo Colina, quienes le enviaron una carta a través del Nuncio Apostólico, explicándole la penuria de 25 años en búsqueda de justicia. Por cierto, felizmente tampoco se subió al carro del gobierno para hablar de reconciliación. Ni mencionó la palabra. La única referencia que hizo Francisco a nuestros años de violencia, en realidad, fue a mi parecer un grave error. Durante el discurso a las religiosas de vida contemplativa sostuvo: “¿saben lo que es la monja chismosa? Es terrorista, peor que los de Ayacucho hace años…”. Si bien es cierto que la hipérbole apuntaba al peligro del rumor en una sociedad hiper-endogámica, a mí personalmente me pareció un desacierto absoluto. Primero, por seguir con el estereotipo que perjudica a las mujeres en comunidad religiosa, es decir, pensar que son las monjas quienes propagan los chismes… ya sabemos en nuestro país quién es el principal chismoso eclesiástico. Y es varón. En segundo lugar, porque lo que sucedió en Ayacucho para nosotros aún no se repara y consideramos que, las diversas iglesias, tienen un deber sagrado de trabajar espiritualmente con las víctimas y solicitar al gobierno medidas de no repetición.