[Fragmento de una entrevista dada a Juan Francisco Ugarte en Libros & Artes, N°s 88-89, Lima] ¿Fernando de Szyszlo, aparte de artista plástico, era también un intelectual? Creo que era sobre todo un artista plástico. ¿Qué le faltaría para ser un intelectual, para entrar en ese molde? Probablemente, un cierto tipo de entrenamiento académico. Por encima de todo, Szyszlo tuvo un entrenamiento plástico y fue un lector muy intenso; sin embargo, no era una cabeza universitaria. Eso se nota sobre todo en su resistencia a abstraer. A él le gustaba lo concreto, lo particular, lo específico. Y esto le daba fuerza a sus ideas políticas. En ese sentido, ¿se podría decir que era abstracto en su pintura, pero concreto en sus ideas? No, porque incluso se sentía incómodo diciendo que era abstracto en la pintura. Recuerdo que, ante la pregunta de si sus cuadros eran abstractos, él siempre respondía: «Cuando me preguntan eso, digo que sí para abreviar». Era una fórmula práctica y razonable, pero para un hombre que había librado una importante batalla contra el indigenismo y la representación realista en los 50, ¿por qué no se sentía cómodo diciendo simplemente «soy abstracto»? Pienso que eso revelaba una resistencia a definir su trabajo. Szyszlo era una persona con un gran repertorio de citas. No sólo literarias, sino también filosóficas y políticas. ¿Cuál piensas que era su base de lecturas? En realidad, su base era muy amplia. Pero yo diría que, esencialmente, fue un intenso lector de autores franceses. Sin duda fue un proustiano. Y de escritores latinoamericanos, leyó muy bien a los del boom: evidentemente Vargas Llosa (aunque lo citaba poco), Carlos Fuentes, Octavio Paz. Además, fue un gran lector de poesía. Tenía un grupo de poemas muy bien memorizado. Con el tiempo, y esto nos sucede a todos los que pasamos de cierta edad, las citas empezaron a independizarse y a constituirse en un fichero con vida propia. Entonces cada vez que había que decir algo, él tenía la cita en la mano. Como dije, nos pasa a todos. Hace medio siglo los viejos decían refranes. Ahora, en cambio, citan. Y Fernando de Szyszlo fue un estupendo citador: había leído los buenos libros y conocía las mejores citas. Esto lo convirtió además en un gran conversador.