La forma más fácil de desaparecer una protesta es desaparecer a los periodistas y a los medios que cubren la protesta. Si controlas la televisión, la protesta no existe. Así lo entendió Vladimiro Montesinos, un maestro del control político en beneficio de la perpetuidad en el poder de Alberto Fujimori. Pero ¿desaparecer la Plaza 2 de Mayo repleta de gente? ¿Cómo hacer ese truco de magia? Muy simple. Apagando la iluminación. Así, es imposible que las fotografías y los videos que circulan, más rápido en redes que en medios tradicionales, puedan ser difundidos. La genialidad no puede ser imputada al reo Montesinos –salvo que esté brindando consultorías desde la Base Naval– sino al Alcalde de Lima, que, de acuerdo a la concesionaria de energía eléctrica de la zona, es responsable de la iluminación de la plaza. Alcalde, por cierto, entusiasta del indulto a Alberto Fujimori. Cuando se marchaba a favor de este gobierno, hace apenas semanas, el uso de la Plaza San Martín no fue problema. Después del ilegal indulto, se ha cerrado. ¿Por qué? Según el Alcalde Castañeda porque le pisan las flores. Puede ser cierto. Pero, si no importó antes, ¿por qué importa ahora? Tal vez, una explicación más práctica está en el aforo de la plaza. Si la Plaza San Martín se llena hay 50,000 personas y eso, para una manifestación limeña, es más de lo que el ego de un Presidente puesto en evidencia puede soportar. Basta recordar la pataleta de Alan García durante el histórico mitin contra la estatización de la Banca. El jueves pasado constatamos “las nuevas reglas” en la calle. Rellenarte de policías al punto que, si quiere usted más policías en su barrio, haga una marcha. De seguro llegan. Lo segundo es establecer un flanqueamiento policial –escudos incluidos– que haga que los caminantes se amontonen en un solo lado de la vía, apachurrados, de tal manera de generar miedo y la incomodidad del enclaustramiento. La tercera, dejar abierto el tráfico para generar un atracón (que se ha evitado siempre con rutas alternas) de manera que los marchantes sean naturalmente odiados. La cuarta es gasear a todo aquel que se salga un metro de los flancos policiales (como sucedió en la avenida Arequipa). La quinta, crear una campaña en redes llamando terrorista, vándalo, destructor a cualquiera que siquiera se manifiesta a favor, vaya o no a marchar. Y las últimas, cerrar plazas y apagar luces. Además de ponerte tanquetas y un helicóptero que sobrevuela –lo que debe costar un platal– pero ayuda a apuntalar un clima de miedo, que pretende disuadir a potenciales asistentes. El derecho de reunión pacífica y sin armas está en la Constitución. Es un derecho universal. Aquellos que lo impiden cometen un delito. Como ya no estamos en el reinado del tío Vlady, el Alcalde de Lima será denunciado, no sólo por impedir el derecho de reunión, sino por exponer a personas al peligro la noche del 11 de enero. Cualquier movimiento de un grupo asustado por la oscuridad en la Plaza 2 de Mayo hubiera causado una tragedia imputable solo a él. ¿Funcionó la estrategia filomontesinista? No. El maestro estaría muy avergonzado de sus discípulos. Al obligar a la marcha a estrecharse lo que se crea es una culebra de gente interminable que ocupa cuadras de cuadras. Visualmente tan impactante como una plaza llena. Y ¿apagar la luz? ¿Qué causa más intriga? ¿Lo que ves o lo que no te dejan ver? Con casi 80% de peruanos que creen (Pulso Perú) que el indulto a Fujimori fue un negocio para salvar a Kuczynski de la vacancia, ¿pensarán que esa luz apagada era para mostrar que había poca gente? ¿O para mostrar el miedo del gobierno? Las personas que estuvieron el jueves 11 en las calles eran, casi con seguridad, todos votantes de PPK en segunda vuelta. No vi miedo porque estaban ahí por convicción. No les regalaron ni el pasaje. Ningún fujimorista asistió; por tanto, estaban ahí los que lo apoyaron para que Keiko Fujimori no ganara la Presidencia del Perú. De izquierda y de derecha. ¿Esos son ahora terroristas? ¿Sus votantes? No vi que nadie rompiera nada y las tiendas estaban bien abiertas. Vendedores ambulantes de agua hicieron un buen negocio. Marchar en verano es más duro. El mitin de Kenji del viernes 12 también fue un regreso a los 90 pero con una gran ausente: su hermana y, por ende, Fuerza Popular. El cariño “popular y desinteresado” por Alberto incluía traslado, polito, gorra, globo y tu comida en envase de tecnopor (parece que los tapers son sólo para campaña). La cola de buses irregularmente cuadrados no mereció sanción alguna y hasta se les permitió un estrado en el Campo de Marte. El tío Vlady debe estar decepcionado. ¿Todos con el mismo polo? ¿Y encima ser menos? ¿No han aprendido a barajarla? No. 17 años después, los hijos de su protegido han aprendido mal sus trucos. Habría que hacer una advertencia con la debida anticipación. Esta semana de visita papal harían bien los políticos en desaparecer. O al menos, en borrarse un poquito. A cualquiera que pretenda –a lo Montesinos– colgarse de la Iglesia Católica o del prestigio del Papa para invocar a la misericordia o la solidaridad, le va a caer un tomatazo encima. Por hipócritas.