El Perú está hoy políticamente paralizado y socialmente polarizado. Es inadmisible e indigno que el debate político y las riendas del gobierno pasen hoy por los jaloneos de poder de los Fujimori. Los Fujimori solo imparten desgracias al Perú. Dos herederos del dictador sin otra habilidad que el arte de la mentira y el engaño, pero con iguales ínfulas de poder mantienen al Perú estrangulado y al gobierno acogotado. ¿Cómo hemos llegado hasta acá? Por muchas razones, pero la principal es que durante mucho tiempo, demasiado tiempo, hemos dejado pasar demasiado. Jamás debimos permitir que Alberto Fujimori tuviera una celda dorada. Debimos protestar hasta que fuera recluido en una celda común. Parar en seco los privilegios y hacer cumplir la igualdad ante la ley. Debimos hacer más para que los gobiernos desde el 2001 se preocuparan particularmente por la Educación. Era el momento de ordenar la casa, contar la Historia como sucedió y no cómo los fujimoristas la han distorsionado intencionadamente. Debimos hacer mucho más para que el pueblo se enterara de primera mano de los crímenes abyectos de Alberto, de la complicidad explícita y sin remordimiento de Keiko y la implícita de Kenji. Debimos gritar más fuerte. Subestimamos al enemigo. A Alberto lo creían acabado; a Keiko los discursos mentirosos de Harvard. Nos llamaron obsesivos, enfermos, antis, rojos, hasta que la realidad les abrió los ojos. Alberto hibernó hasta que uno de sus hijos consiguió revocar ilegalmente su condena devolviéndonos a la prepotencia y el abuso del derecho habitual en el fujimorismo. El daño de soltar a Fujimori es inconmensurable, no solo porque es una inyección de poder ilegítimo a quienes representan lo más inmoral y vil de la política peruana, sino porque esta familia del mal está para quedarse. No pararán hasta reescribir la verdad convirtiéndola en estiércol de puras mentiras que aseguren su poder por décadas. Debimos hacer más no solo procurando que se eduque a más peruanos con pensamiento crítico que les permitiera por sí mismos desenmascarar al fujimorato de Alberto, Keiko y Kenji. Pero debimos hacer mucho más cuando el JNE cambió el rumbo de las elecciones suciamente sacando a Guzmán, que venía creciendo meteóricamente. Pese que algunos pocos lo denunciamos, no fue suficiente. Debimos habernos sublevado para impedir que ese truco sucio dejara como alternativas al lobista PPK y a la Keiko de audios truchos, del financista investigado por la DEA, de los congresistas prontuariados, de las alianzas con sendero verde, con mafiosos mineros y madereros. Por no haber hecho suficiente estamos aquí, 2018, viendo cómo el debate público está dominado por esa banda gangsteril y sus aliados delincuentes en la sombra: los que penetran el sistema de justicia, los que hacen negocios privados con sus cargos públicos y los lavan bajo el amparo de la tecnocracia. Y seguiremos así mientras haya ingenuos que le creen a Kenji y le dan el beneficio de la duda que le dieron a Keiko de Harvard. Su progresismo no es suficiente para fiarse. Él es un Fujimori, y acaba de demostrar que por resolver un tema privado, como el amor a su padre, es capaz de usar lo público y subvertir todo orden legal, político, social; dividir al país, desvalorizar la Justicia y la ley, distorsionar el sentido de la palabra reconciliación, poner al país al borde del abismo. Kenji ha actuado como todo un Fujimori y es increíble que aún haya quienes le celebran sus dibujitos. En estos momentos se siguen tramitando todos los permisos formales para la marcha del 11 de enero. El fujimorato de vuelta en el manejo del Ejecutivo intenta prohibir la ruta, cerrar la plaza, restringir nuestro derecho a la protesta. Lo hicieron en las dos últimas marchas pero en vez de doblegarnos, nos enervan más. Gracias por la leña al fuego. El desborde popular es inminente y las consecuencias serán de la entera responsabilidad de este gobierno y de los Fujimori. La traición ha sido con perfidia y alevosía, y aún continúa. Por todos los frentes serán desbordados. Pativilca será su Waterloo. El indulto humanitario sin enfermedad terminal, y la gracia presidencial que no cumple los requisitos mínimos de ley serán revertidos por más que se resistan. Por más que nos quieran volver a los 90, es 2018, tenemos Historia, tenemos memoria, tenemos redes, tenemos hambre de Justicia y tenemos algo auténtico que ustedes jamás podrán tener por más que se lo jaloneen, tenemos Perú. Nos vemos en las calles este 11 de enero y en todas las marchas que hagan falta hasta poner a los traidores en su lugar.