En una entrevista publicada el jueves en este diario, se me consultó si las protestas contra el indulto podrían tumbar al Presidente. Respondí que si bien las protestas eran valiosas y relevantes en un país tan desmovilizado, consideraba que la reacción ante una medida de tal magnitud era hasta ahora limitada. No solo en la calle, sino también por las pocas renuncias en el gobierno. Concluí señalando que la situación debería dejarnos como lección que “los que están en contra del indulto no están políticamente representados, por lo tanto, el centro y la izquierda deben organizarse”. Aprovecho este espacio para desarrollar lo que quise decir al vincular la reacción al indulto con la urgencia de construir alianzas y organización. Piense lo que representa el indulto. El gobierno que ganó la presidencia gracias al apoyo en segunda vuelta de 30% de ciudadanos que no querían al fujimorismo en el poder, optó por un pacto de supervivencia que traiciona a esos votantes. A nivel de su personal político, también le importó poco perder buenos cuadros. No minimizo el impacto político de la medida: aísla más al Presidente, lo hace vulnerable al ánimo del fujimorismo, limita sus opciones de convocatoria al gabinete Choquehuanca – Barbadillo (Vergara dixit) y es probable que condene al gobierno a vegetar en términos de popularidad. Mi punto es que este indulto negociado, burlesco, sería mucho más costoso en términos políticos en un país donde las elecciones arrojen una representación más fiel a la opinión de los ciudadanos, ese 40% que hoy rechaza la medida pesaría más (y probablemente sería mayor). Así, los sectores críticos y opuestos al fujimorismo, muy relevantes en elecciones, no tienen similar presencia en el Ejecutivo y Congreso fuera de tiempo electoral. Con una mejor representación de ese sector, otros hubiesen sido los cálculos del gobierno y las consecuencias de sus actos. Los que hoy representan a este sector son una izquierda dividida y algunos congresistas centristas. Pero no tiene que ser así, por ello la lección que creo debería dejarles a quienes aspiran a representar a estos ciudadanos es la urgencia de la organización. La precariedad actual, un fujimorismo fuerte y las dificultades estructurales para formar organizaciones políticas deberían ser poderosos incentivos para buscar acuerdos y consensos en la izquierda y el centro. La izquierda debería unir esfuerzos y reconocer que sus diferencias son menores que sus similitudes. Han debilitado recursos invalorables en nuestro páramo político: una candidata carismática, una marca que empezaba a hacerse conocida y una débil pero existente red en las regiones. El centro está peor, existe en las encuestas pero no en la política. En elecciones se divide entre candidatos presidenciales. El que se le acerca más suele ganar, pero termina sin representación cuando esos candidatos abandonan su prédica electoral. Un centro hoy malaguoso que podría construirse de diversas maneras. Puede incluir la centro-derecha liberal de personas como Cateriano o De Belaúnde, el centro intuitivo, difuso, de Guzmán, las demandas regionales críticas de Yamila Osorio o César Villanueva, y la socialdemocracia de Barnechea o Del Solar. Difícil que vayan todos juntos, pero hay diversas sumas posibles que contrarrestan sus debilidades individuales. ¿Por qué la dificultad de coordinar para formar organizaciones más amplias? Un factor crucial es la convicción, sustentada en evidencia de elecciones pasadas, de que con un poco de suerte se puede ser Presidente. ¿Para qué coordinar si se puede ganar con un buen candidato o candidata que con 18-20% pase a segunda vuelta? Y todos creen que pueden serlo. Pueden ganar, sí, pero la coyuntura actual debería enseñarles dos cosas. Primero, ganar sin apoyo en el Congreso y cierta presencia regional es condenarse a la debilidad. Segundo, sin cuadros de gobierno, que conozcan bien el Estado, las demandas urgentes y los escándalos se comen tu agenda de reforma. El antifujimorismo no es el mayor partido del Perú: es un estado de ánimo sin esqueleto. Si no logra concretarse en organizaciones con propuestas, ideas, valores y capacidad de movilizar, seguirá como hasta ahora. Los sectores críticos y opuestos al fujimorismo, muy relevantes en elecciones, no tienen similar presencia en el Ejecutivo y Congreso fuera de tiempo electoral.