Las declaraciones del publicista brasileño, Valdemar Garreta, han abierto un nuevo frente en la vorágine de sobornos y corruptelas que ha destapado el capítulo peruano del caso Lava Jato. Gracias al diario El Comercio y al portal IDL-Reporteros, esta semana hemos sabido que Odebrecht y OAS desembolsaron tres millones de dólares como contribución a la campaña por el No contra la revocatoria de la ex alcaldesa de Lima Susana Villarán. No queda duda alguna de que la corrupción de las constructoras brasileñas atacó de manera uniforme a nuestra clase política. Como consecuencia, una buena porción de las iniciativas públicas que se emprendieron durante los años que se investiga se vieron, en mayor o menor medida, salpicadas por los dineros sucios de Odebrecht y sus semejantes. En este paquete entran algunas gestas que en su momento fueron una apuesta por la decencia y la democracia. Resulta lógico que haya quienes quieren aprovechar la confusión que ha despertado esta extendida mancha. A la alianza entre el fujimorismo y el aprismo le está sirviendo para repetir una y otra vez que todos somos corruptos. Algunos tendremos un precio más alto, pero nadie se salva. En consecuencia, como vivimos en una sociedad de culpables, las responsabilidades son relativas. Este recurso es antiguo, pero Keiko Fujimori y Alan García lo ha hecho escalar al siguiente nivel, llegando a arrogarse el monopolio de la lucha contra la corrupción para desviar los reflectores hacia sus rivales políticos. En esta huida hacia adelante pretenden destituir al fiscal de la Nación, mutilar al Tribunal Constitucional, lanzar descaradas amenazas contra la prensa que los critica y mantener en la mira al Poder Judicial. Como si no arrastraran un pasado lastrado por gravísimas denuncias de corrupción y no estuvieran ellos mismos señalados directamente por el caso Lava Jato, pretenden pasar por fiscalizadores, aprovechando su aplastante mayoría para vociferar con el dedo en alto y tramar investigaciones interesadas y caprichosas. ¿Queda invalidada la transición democrática ahora que sabemos que para Alejandro Toledo solo fue un trampolín para robar y enriquecerse? ¿Sucede lo mismo en la campaña del No en la revocatoria abierta contra Susana Villarán, luego de las revelaciones de El Comercio e IDL-Reporteros? No lo creo. Aunque las personas que las lideraron hayan terminado desdibujándose, los principios que inspiraron a los cientos de miles de peruanos honestos que apoyaron estas causas no están en duda. A diferencia de aquellos que han decidido apostar por el encubrimiento y la amnesia siguiendo esos mismos principios, el reclamo es que se emprendan investigaciones firmes, minuciosas e independientes, sin importar las simpatías y tonalidades políticas, para que así ninguno de los responsables que alimenta esta cloaca quede impune.