En una entrevista concedida a Le Monde, Luiz Inácio Lula da Silva se declara listo para tomar el poder (esa es la expresión que usa) en octubre del 2018. En efecto las encuestas lo ubican consistentemente en primer lugar, Ibope con un 36%, más del doble que su rival más cercano. En principio solo sus problemas con la ley podrían impedirle llegar a la presidencia. Sobre su problema judicial, que incluye varios juicios y una condena por nueve años, en la misma entrevista, refiriéndose a su caso, Lula afirma que “la policía federal miente, el procurador miente y el juez Moro transforma esas mentiras en procesos judiciales”. El argumento es que luego de tres años de investigación policial hay condena pero no pruebas de su culpabilidad. Aun así, Lula dice que no está contra Lava Jato, sino contra “los excesos y las mentiras”, traducidos en politización y pirotecnia, “bajo el fuego de los reflectores”. Sostiene que “no se puede dejar que una investigación quiebre a las empresas. Los que roban son los dirigentes, no la empresa, pues entonces es el trabajador el que paga”. En la popularidad y la intención de voto de Lula hay un misterio político. El volumen de acusaciones puntuales en contra de él es enorme, y menos que eso ha bastado para liquidar a otros políticos brasileños. Pero el jefe del Partido de los Trabajadores navega el afecto popular envuelto en un manto de teflón que hasta ahora no ha cedido. Pero no es descartable que el sistema judicial logre impedir una candidatura de Lula. Esto no necesariamente significaría impedir un triunfo de la izquierda. Lula ya ha demostrado un considerable poder de endoso (como sucedió con Dilma Rousseff), y podría repetirlo. Lo cual daría a la expresión “listo para tomar el poder” un sentido algo más amplio. Es poco probable que un gobierno del PT frene la marcha de la justicia anticorrupción en el Brasil, o incluso que le interese hacerlo. Pero inevitablemente algunas líneas de acción se verían reorientadas, a partir del interés de los propios delatores. Algo parecido a la forma en que la evidencia se va abriendo sinuoso paso en medio de la política peruana.