Desde el punto de vista regional latinoamericano, el siglo XXI se inició con la imagen de una franja oriental de izquierda, representada sobre todo por el MERCOSUR, frente a un área occidental de derecha vertebrada por la Alianza del Pacífico. El paisaje político se veía así, a pesar de que el comercio y los negocios de los países integrantes de la Alianza del Pacífico fueron todos y cada uno mayores con los países del MERCOSUR que entre los socios de la misma Alianza. Venezuela, el Ecuador, Bolivia, Brasil, Uruguay y Argentina aparecían como una tendencia no homogénea, pero sí convergente y sólida. Así se presenta, por ejemplo, en el excelente libro titulado Claroscuro de los gobiernos progresistas, América del Sur: ¿fin de un ciclo histórico o proceso abierto?, que acaba de publicar en Santiago de Chile Carlos Ominami, con la participación, entre otros, de Alicia Bárcenas, Celso Amorín, Mario Fernández y el recién fallecido Marco Aurelio García Al frente de este grupo de países se han levantado Colombia, Chile y Perú, aliados a México en la Alianza del Pacífico. Para algún presidente latinoamericano este era el bien contra el mal. O un residuo de la Guerra Fría en esta partecita del mundo. Aunque el gobierno sanguinario y tragicómico de Maduro ha terminado por aislarse de tirios y troyanos. En estas simplificaciones se han basado también ciertas generalizaciones que se nos han achacado durante nuestra larga duración, a lo largo de la historia. Me refiero a supuestos giros de conjunto del tipo “América Latina va hacia la izquierda” después de la Revolución Cubana” o “va a la derecha” después de Pinochet. Siempre bajo el signo de los conflictos vecinales, de mucha o poca monta. Los años recientes han sido catalogados como un nuevo giro. La caída de Dilma en el Brasil y el triunfo de Macri en Argentina han sido asumidos como los indicios de un regreso regional a la ortodoxia. Pero como lo muestra y razona el libro de Ominami, la realidad se sigue riendo de los esquemas. Tenemos un presidente ecuatoriano, Lenín Moreno, que es un monumento a la moderación y al consenso. Y de cara a las próximas elecciones regionales, preguntémonos nomás: ¿Qué pasaría si la izquierda ganara en países mayores como Brasil o México? Colofón: la sensatez constructiva para un país con la tradición conciliar y solidaria del Perú consiste en contribuir al diálogo y entendimiento colectivos, no al alineamiento y polarización tradicionales.