Uno tiene todo el derecho de preguntarse, cuando vemos cómo acabó la crisis del gabinete, si fue un error del gobierno (o de Zavala) que le permitió al fujimorismo y al aprismo dar un paso más en este juego de poder. Porque si analizamos aquellos sectores que aplaudieron el gesto del ex primer ministro de pedir un voto de confianza para el gabinete ante una posible censura de la ministra de Educación, como también el comportamiento de los fujimoristas en el Congreso que decían que poco les importaba el cierre del legislativo y la convocatoria a nuevas elecciones, uno podría concluir que este juego no tiene lógica o que algo se escondía. El comportamiento del fujimorismo, acaso, nos remite más al juego de máscaras y a un frío cálculo, hecho por ellos, de los límites del gobierno ante una posible confrontación que hubiese significado una crisis de régimen. En este contexto, que la ronda de intervenciones en la sesión de censura la inicie la congresista, ahora fujimorista, Lourdes Alcorta, ex pepecista y amiga de PPK en el pasado, fue una primera demostración de que se buscaba, más allá de la agresividad de Alcorta, un acuerdo. La aceptación del fujimorismo de este nuevo gabinete, pese a decir que el nuevo no podía estar integrado por los anteriores ministros, es la demostración de que la política confrontacional del fujimorismo tenía límites ya que su principal objetivo era un gabinete menos “caviar” y más próximo a sus intereses. Fue el gobierno el que puso en marcha lo que podemos llamar una “comedia de equivocaciones”. Por eso aquellos que apoyaron la decisión de Zavala y que pidieron, incluso, ponerse de pie y aplaudirla han quedado descolados. Solo les queda insistir en una táctica confrontacional que hasta ahora no ha dado ningún resultado, salvo producir mayores ganancias al fujimorismo. Pensar en un “Armagedón” entre PPK y los fujimoristas es un error que impide el desarrollo de una oposición independiente tanto de PPK como del fujimorismo. En realidad, lo que tenemos es un gabinete a medio camino, es decir transaccional, que le resuelve tanto al gobierno como al fujimorismo varios problemas y que ubica al APRA como un posible mediador entre ambos sectores. La presencia de Idel Vexler en la cartera de Educación, una persona que conoce bien su sector ya que ha sido viceministro de varios gobiernos, posiblemente represente una ruptura con la política seguida por la ex ministra Marilú Martens. Ello podría significar el fin de la política, algo de esto ya lo anunció el propio Vexler, de igualdad de género. Tema que los sectores evangélicos y fujimoristas piden hace tiempo. A ello se suma que Vexler tendría vinculaciones con César Acuña, propietario de varias universidades, lo que podría significar un retroceso en la aplicación de la ley universitaria. Queda pendiente si iniciará una “limpieza” de los “caviares” en ese sector. El nuevo ministro de Salud es Fernando D’Alessio, un ex marino, experto en gerencia y director hasta hace poco de CENTRUM de la U. Católica. Su paso por esta universidad ha sido calificado por Utero.pe (18/09/17) como “escalofriante”, como lo demuestra no solo la nota de Útero sino también una denuncia ante la OIT por promover el “trabajo forzoso” en esa universidad. D’Alessio bien se puede convertir en el símbolo de cómo responder no solo a las demandas de los trabajadores del MINSA sino también a las demandas sociales. El nuevo ministro de Justicia, Enrique Mendoza, que también conoce su sector, además de ser amigo de Alan García, probablemente no pondrá reparos, como sí lo hizo la ex ministra Marisol Pérez Tello, a un posible indulto para Alberto Fujimori. Finalmente, Claudia Cooper, nueva cabeza del MEF, es la garantía de que la política económica no cambiará. Algunos añaden que lo mismo sucederá con los lobbies que rondan el Estado. Carlos Bruce representa a PPK y ahora es amigo del fujimorismo. En este contexto se podría decir que los objetivos de este nuevo gabinete serían: a) mantener la política económica; b) satisfacer algunas demandas del fujimorismo y de los sectores cristianos fundamentalistas; y c) contener las futuras demandas sociales. Con ello se desbroza el camino para una alianza entre PPK, Alan García y Keiko Fujimori para evadir las posibles acusaciones que se deriven del escándalo del Lavajato. Estamos ante un nuevo momento político en el cual el fujimorismo, los sectores de derecha y la corrupción han dado un paso con el añadido de que no hay oposición.