En la campaña del 2016 Keiko Fujimori diseñó una lista parlamentaria concebida para la victoria. Sacó de juego a personas consideradas demasiado vinculadas al descrédito de un fujimorismo derrocado en el 2000. Subió a bordo jóvenes, políticos regionales, algunas novedades con votación propia, figuras de su anterior candidatura. Sin duda el mix funcionó para llegar. Con 36% de la votación obtuvo la mayoría absoluta del Congreso. A partir de aquello el núcleo de los más allegados empezó a gobernar al resto de la bancada, un conglomerado que demostró ser opaco, silencioso y dúctil. La imagen de la mototaxi es elocuente: sitio para unos pocos prendidos del timón. Para evitar previsibles sorpresas, la cúpula modificó el reglamento del Congreso para evitar cualquier desbande de los reclutados. Eso no estaba en el contrato político, pero fue acatado casi sin excepción. Entonces ninguno tenía un proyecto alternativo, ni dentro ni fuera del fujimorismo. Pero eso empezó a cambiar. A lo largo de un año parte del dream team de Keiko Fujimori ha ido mostrando el fustán: pasados cuestionables, mentiras de diverso calibre en las hojas de vida, modales chocarreros, instrucción deficiente, y quizás también amarres con intereses particulares. No solo son rasgos de la segundilla; también de algunos de los más vocingleros. En estas circunstancias ha sido fácil que cúpula y seguidores intuyeran la paranoia del liderazgo máximo FP y asumieran el revanchismo, la necesidad de proyectar poder a toda costa, o los reflejos debilitadores del Ejecutivo. La grosería de la interpelación de Marilú Martens a sala vacía y displicente lo dice todo. Lo que tenemos hoy es una bancada necesitada de reeducación, y que debe ser apartada lo antes posible de la adicción a la búsqueda del poder absoluto. La censura a Jaime Saavedra pareció una necesidad de FP de legitimarse ante la derrota presidencial. Esta censura proyectada de Martens ya es otra cosa. Los argumentos tinterillescos (falta una frase o sobran ministros), aritméticos (volveríamos a ganar) o cínicos (no hay que arriesgar a buenos ministros) frente a la reacción del Ejecutivo, y las movidas para irrespetar al TC, pintan a la mototaxi de chasís entero. ¿Qué dicen los FP que se quedaron afuera?