Con más de 70 congresistas dispuestos a serruchar, los ministros existen solo porque el Congreso lo permite, y en algunos escenarios esto vale para el Presidente de la República. Con el mecanismo de la censura aplicado con saña, o como una amenaza permanente, no hay manera de que las cosas sean distintas. La señal de partida para una nueva temporada de caza al ministro empezó con el pedido de cuatro cambios hecho por Keiko Fujimori hace algunas semanas. Todo sugiere que Fuerza Popular no quedará satisfecho con la muy probable censura a Marilú Martens. Para saciarse FP y sus aliados necesitan más que eso. Su presa elegida es el gabinete entero. A un congresista FP se le ha ocurrido que no se debe aprobar la ley de presupuesto porque sería “darle recursos al gabinete que ya fracasó”. No hay explicación sobre el supuesto fracaso, pero el mensaje es claro: FP quiere una renuncia masiva, y el consiguiente paso a las ordalías de un nuevo pedido de confianza al Congreso. Una hipótesis sobre este furor es que FP quiere un gabinete a su gusto, aunque nadie aún lo ha definido. Es de suponer que no quieren fujimoristas propiamente dichos en el Ejecutivo, ya que eso comprometería al partido y a la candidatura 2021. Además una mayoría FP en el Consejo de ministros sería algo ridículo. Otros piensan que el objetivo es un número suficiente (premier incluido) de fujimoristones o cuando menos notorios simpatizantes con el fujimorismo. Pero en más de un caso FP ya lo tiene, y no se da por aludido. De modo que hay algo en el furor que no es ideológico, ni administrativo, sino pura necesidad de ejercer poder. Ese poder en exhibición se viene demostrando con los congresistas de FP actuando como los jefes de personal de facto del Ejecutivo, a más niveles y en más aspectos que las carteras ministeriales. Un impulso persecutorio que todavía puede desbordarse hacia una actividad de policía política, a la vuelta de la esquina. Una discusión paralela ha venido siendo qué puede hacer Pedro Pablo Kuczynski para defender al Ejecutivo. Hasta ahora no ha encontrado más salida que acatar el peso de una mayoría hostil. Aunque al inicio no lo parecía, hoy cada vez más se advierte que eso equivale a ponerse la soga al cuello.