En la pasada huelga de maestros, la dirigencia del Conare-Movadef descubrió una ventana de oportunidad que podría hacer fortuna en los próximos años: cuando el conflicto entre gobierno y oposición es particularmente fuerte, se abren inesperados espacios de maniobra política para las posiciones radicales. Son oportunidades reales, aunque no siempre funcionan. Una ventana de esas se abrió para Pedro Castillo con Fuerza Popular en un momento, pero luego se cerró demasiado rápido, y no pudo ser aprovechada. La lección que él puede recoger de allí es que jugar en pared tiene sus propios límites, y que el radicalismo también tiene que poner algo de su parte. Sin embargo algo ganó Castillo en esa ocasión. Sobre todo logró convertir la parte que le tocaba de un reclamo sindical en un espacio de las grandes ligas políticas nacionales. Haber logrado eso viene con un pequeño lugar permanente para el radicalismo en la pugna PPK-Fuerza Popular en torno del poder en educación pública en el país. Ahora el mecanismo volverá a ser ensayado, cuando mañana un llamado Comité de Lucha del Sutep, también Conare, pero a la izquierda de Castillo, intente intercalar un paro nacional de 24 horas en la interpelación a la ministra Marilú Martens. El paro es improbable, pero el hecho político creado será real. El objetivo declarado es reforzar sus reclamos, pero su efecto inmediato será ayudar a justificar lo que le vaya sucediendo a Martens en el hemiciclo. Los dirigentes radicales podrán exhibir como mérito propio la cabeza política de Martens en sus futuras asambleas, cortesía de la oposición parlamentaria fujimorista. Este tipo de reflejo, consistente en darle espacio al radicalismo para fortalecerse en una posición opositora, solía ser exclusiva de la izquierda moderada (a falta de un mejor nombre). El pragmatismo populista de derecha siempre ha tenido el reflejo, pero lo usaba con disimulo, evitando abrir ventanas en el proceso. Si este estilo de hacer política, cruzando líneas ideológicas que parecían irreductibles, prende, podremos ver carambolas del tipo ministros en la picota por conflictos de toda índole impulsados por dirigencias radicales en su sector. El músculo será parlamentario, pero la espada de Damocles estará en manos de dirigencias radicales. Se abren inesperados espacios de maniobra política para las posiciones radicales.