Como se debate en el programa 3D (La República TV) de esta semana, Fuerza Popular está agestado, y lo muestra por varias vías. Hay profecías de censura ministerial, algunas declaraciones destempladas, acusaciones a congresistas opositores de FP, y un cierto refuerzo del troleo en redes. ¿Qué los está irritando tanto? La respuesta está a la vista. FP está enfrentando verdaderos peligros y una falta de verdaderos resultados. Entre los primeros están el avance del escenario Keiko-Odebrecht y la inconstitucionalidad de la ley antitransfuguismo. Dos desarrollos que ponen en jaque la autopercepción de superioridad político-moral en que se mueve la cúpula de FP. ¿Qué ha logrado FP a lo largo de un año? Quizás su principal actividad ha sido mantener el acoso al Ejecutivo, y eso termina siendo lo que define a la principal bancada opositora. Pero el Ejecutivo, con todos los problemas y sapos que se tiene que comer a diario, no va a desaparecer, y sigue gobernando. Además el papel de acosadores del Ejecutivo, definible como una actuación ubicada varios grados por encima de la mera oposición, desgasta a sus practicantes. Hay congresistas FP a los que el celo ha colocado al borde de la caricatura. La aprobación general del Congreso anda baja, como en otros tiempos. Un motivo para mejorar el humor de FP sería que la aprobación de Keiko Fujimori es la N°1 en las encuestas. Sin embargo el hermano Kenji le va pisando los talones con el N°2, y extrañamente casi todos los candidatos presidenciales del 2016 mantienen aprobaciones parecidas a sus votaciones de entonces. Pero visto desde fuera, el poder parlamentario no ha hecho milagro alguno por la imagen de Keiko Fujimori. El espléndido aislamiento post-derrota electoral se mantiene, y hay una perceptible pérdida de capital político a futuro. Sus bonos han sido erráticamente invertidos en súbitos acercamientos y distanciamientos del Ejecutivo. Las oscilaciones de la ex candidata surgen de que FP sigue en su vieja polémica interna sobre el camino hacia la presidencia, entre una línea dura nostálgica de los años 90 y una línea modernizadora. Luego hay la nueva pugna sorda, típicamente parlamentaria, entre los diversos intereses que se mueven debajo de las curules. Pero visto desde fuera, el poder parlamentario no ha hecho milagro alguno por la imagen de Keiko Fujimori.