El objetivo político de la huelga magisterial, ahora conducida por la ultraizquierda en varias regiones y que entra a su segundo mes, es reducir la influencia de Patria Roja en el Sutep nacional. En cierto modo, reemplazar esa influencia. El recurso es el mismo que ha puesto a esos grupos en el mapa sindical: radicalizar las exigencias más allá de lo posible. Patria Roja se defiende haciendo notar que la huelga convoca a un porcentaje muy menor de maestros (¿20%?), y que la huelga que ellos mismos condujeron hace unas pocas semanas ha logrado un significativo aumento salarial, como siempre una plataforma para otros mayores. Pero eso no conmueve a los rivales de su flanco izquierdo. Los dirigentes del Sutep-Patria Roja plantean que la huelga no es ni remotamente nacional, que sus fines son políticos, que está llevando al magisterio a un callejón sin salida sindical, y que en buena medida está orientada por dirigentes del Movadef, el organismo de fachada de Sendero Luminoso. Para mantener su margen de radicalidad, los huelguistas están reclamando prácticamente el desmantelamiento de los principales avances de más de 15 años de reforma educativa, un esfuerzo pluripartidario de la democracia peruana. Patria Roja no puede, y a estas alturas es probable que no quiere, competir con eso. Así Patria Roja aparece arrinconado al lado del gobierno, una posición incómoda frente a la agitación de algunas dirigencias regionales ultra, dedicadas a convertir reclamos razonables en confrontaciones imposibles. Pero a la vez su huelga nacional, declarada indefinida, no tiene visos de poder durar mucho tiempo más. A la huelga le han salido insólitos, aunque no del todo inesperados aliados, en sectores de la derecha periodística y parlamentaria interesados en poner de rodillas a la ministra de Educación. Son dos retrocesos paralelos. Los enemigos del Sutep apuntan contra la reforma educativa, los periodistas/congresistas contra la Ley de Educación. El gobierno está en una encrucijada complicada. Toda concesión a los huelguistas debilitará al Sutep-Patria Roja, que es hoy un muro de contención de la ultraizquierda, y radicalizará a una parte de sus bases magisteriales. Pero resistir se le hace difícil cuando debe enfrentar al mismo tiempo problemas en su flanco derecho. Los enemigos del Sutep apuntan contra la reforma educativa, los periodistas/congresistas contra la Ley de Educación.