Estamos en el invierno del descontento con Pedro Pablo Kuczynski. Muchas opiniones pre-Fiestas Patrias hablan de decepción, un lamento por haberlo elegido presidente. Es un sentimiento de esperanzas traicionadas que le ha tocado a casi todo primer mandatario. Las encuestas muestran que el público siempre está decepcionado, importa qué pase. Pero también hay motivos específicos. Quizás el que PPK sea economista y financista, y que su equipo incluya reputados tecnócratas, hacía esperar grandes y rápidos avances económicos, algo parecido a una varita mágica. No ha sido así, y eso ha afectado lo que era visto como el principal atractivo del nuevo presidente. No demostró ser un economista mágico, y a la vez tampoco un político cunda. Su proclividad a decir lo que piensa no ha caído bien, y a veces ha pecado de un exceso de sinceridad. Probablemente hubieran caído mejor las fórmulas hechas del lenguaje político a las que el público ya está acostumbrado, y que PPK piadosamente evita. Luego ha habido momentos de decepción. Muchos esperaban una confrontación con Fuerza Popular en torno de la cuestión de confianza. No haber asumido ese riesgoso camino lo hizo aparecer al ganador como perdedor, un presidente sin real poder supremo. Al público no le gusta que lo priven de una buena pelea. En una línea parecida, el tiempo transcurrido en el tema de si va a indultar o no a Alberto Fujimori no ha sido leído como cálculo estratégico sino como pura indecisión. En esto la decepción de los dos bandos se ha juntado en un mismo sancochado volitivo: no lo indulta por el momento, pero lo va a indultar en algún momento. El único respiro que ha tenido PPK fue el ciclo de catástrofe natural/reconstrucción del primer semestre. Al público le gustó mucho que el gobierno se pusiera el doble casco del ingeniero y del militar. Esa simpatía subsiste, aunque el gobierno haría bien en hacer más publicidad sobre los avances. Un tema para el mensaje del 28. En verdad la performance de los presidentes es muy parecida, porque moldean su gestión con la misma arcilla: la siempre perfectible estructura del Estado. Las quejas son más o menos las mismas. Las mismas urnas producen los mismos descontentos. En una línea parecida, el tiempo transcurrido en el tema de si va a indultar o no a Alberto Fujimori no ha sido leído como cálculo estratégico sino como pura indecisión.