Hugo Blanco hace mucho tiempo me dijo algo fundamental: “antes luchaba por los campesinos y obreros, ahora lucho por la supervivencia de la especie humana”,Cuatro periodistas liberales en el transcurso de esta última semana han escrito sobre “la izquierda”: me refiero a mi amiga Patricia del Río, a Augusto Álvarez Rodrich, a Juan Carlos Tafur y a Mijail Garrido Lecca. Quisiera plantear algunos comentarios a algunas de las ideas fuerza que contienen dichas columnas como un cuestionamiento a sus apreciaciones. La verdad es que la izquierda peruana le debe muchísimo más a Arguedas que a Stalin. Al parecer el perfil del imaginario liberal, es decir, el izquierdista-leninista-chavista es algo que no se condice con la heterogénea realidad de nuestras izquierdas múltiples. No dudo que aún estén vivos los gerontosaurios y que la estela mortal senderista nos acompañe como sombra, incluso que muchos autoritarios pretenden levantar banderas de izquierda racistas, machistas y extractivistas. Pero esa no es la izquierda que muchos y muchas queremos… aunque tampoco queremos la que quieren mis colegas liberales, obviamente. Un ejemplo interesante de un aggiornamento de un militante de izquierda lo ha protagonizado Hugo Blanco. Líder de las tomas de tierra en los años 60; constituyente troskista a finales de los 70, hoy a sus 80 años, Hugo Blanco es un ecologista del s. XXI, activo en las luchas indígenas, medioambientalista y firme opositor del extractivismo compulsivo. Hugo Blanco hace mucho tiempo me dijo algo fundamental: “antes luchaba por los campesinos y obreros, ahora lucho por la supervivencia de la especie humana”. Un hombre de izquierda que no se quedó con sus laureles setenteros, muy por el contrario, publica todos los meses el periódico Lucha Indígena y en el 2012 se vino caminando desde Cajamarca a Lima en la Marcha del Agua. Eso sí, no milita en partido alguno, aunque está cercano del Frente Amplio y de los ex troskos. De los mencionados, Mijail Garrido Lecca escribió que “la búsqueda de los derechos humanos es una bandera intrínsecamente liberal que, hábilmente, la izquierda ha hecho suya”. No, Mijail, no se trata de una habilidad teórica funambulesca. Esa teorización que viene desde la post-Revolución Francesa, en las prácticas de resistencia a las dictaduras asesinas, ha sido un logro de los movimientos de derechos humanos de América Latina del s. XX. Un logro político. Desde Argentina y las Madres de Mayo; Chile y la Vicaría de la Solidaridad; Guatemala y los movimientos de resistencia mayas y nuestro querido Perú y la Coordinadora Nacional de DDHH que, sin tener una posición partidaria, han sembrado en los movimientos sociales la necesidad urgente de la defensa del pueblo de los abusos y violencias de los Estados. Eso lo tenemos claro. Y lo hemos exportado a Europa, Estados Unidos, Asia y África con nuestra CVR y su defensa de derechos. Por eso cuestionamos a Maduro, a Ortega y a cuanto déspota pretenda reprimir y asesinar a los que se movilizan en las calles. Una identidad de izquierda peruana, con sus diferencias internas y heterogeneidades, no puede dejar de ser derechohumanista, ecologista, feminista e indigenista. Hoy en día, cuando desde América Latina, el movimiento indígena y el movimiento de mujeres, han propuesto tantos aportes como las economías solidarias, el concepto de sumak kawsay o el ecofeminismo desde los saberes ancestrales, sería verdaderamente absurdo pensar en una izquierda que no los asuma y utilice como bandera. ¡Es nuestro aporte peculiar y debemos de reivindicarlo! La izquierda que se erigía sobre la violencia revolucionaria debe entender que lo verdaderamente revolucionario es la no-violencia como acción política radical (continuará...).