"La arquitectura de las redes suele recluirnos en engañosas burbujas opinativas en las que parece que todos opinan igual que tú. Las redes no son un entorno favorable para la información veraz". ,El viejo cliché dice que el periodismo es publicar algo que alguien quiere ocultar y todo lo demás es publicidad. Para ilustrar algo de lo que hablábamos la semana pasada, tomemos el caso del Acuerdo con Odebrecht. ¿Es periodísticamente aceptable su filtración? Claro que sí. Pero lo que vino con él, no. Para explicarnos, empecemos por considerar el abismo entre la actividad periodística y la demanda de las redes sociales. Podríamos reducirlo a un slogan: las redes quieren linchamiento y los periodistas queremos la verdad. Pero un slogan es, paradójicamente, jugar para la tribuna, o sea, las redes. Maticemos, entonces: lo que las redes ofrecen –y lo que sus usuarios demandan cada vez más– es la validación de la propia opinión. Eso, en el mejor de los casos. Lo que la mayoría busca es el refuerzo del propio prejuicio. En contraste, ya que el periodismo busca verdades ocultas, lo más probable es que estas atenten contra algún prejuicio (ya que los pre-juicios se construyen, como la misma palabra lo indica, antes de tener todos los hechos). Agreguemos a esto que la arquitectura de las redes suele recluirnos en engañosas burbujas opinativas en las que parece que todos opinan igual que tú. Las redes no son un entorno favorable para la información veraz. Regresemos al documento de marras. ¿Cuál era exactamente el valor periodístico de filtrarlo más allá de la posibilidad de que cualquiera lo pueda leer? No había primicia alguna. Su contenido ya había sido extensamente reseñado, por varios medios, hace algunas semanas. Todo lo que se ha discutido en estos días (el monto, los casos, etc.) ya era de público conocimiento hace mucho. ¿Por qué recién ponen el grito en el cielo? Obvio: con el documento circulando por WhatsApp, era más fácil validar la idea de que nadie se salva, todos están manchados. ¡Allí está el papelito, mira la traición con tus propios ojos! ¡Linchemos! Pero no era el documento. Es solo un acta de acuerdo preparatorio. El verdadero Acuerdo tiene cientos de páginas. Como ésta hay muchas mentiras que vinieron con el documento. Por ejemplo: sí se han establecido cuatro temas a tratar (que incluyen a Toledo y PPK), pero no le cierran la puerta a ningún otro. Es más, el cronograma de testigos ya fijado para febrero incluye los casos Gasoducto Sur (Humala) y Revocatoria (Villarán). Y esto último, estimado lector, es información que ciertos corruptos quieren ocultar. ¿Para qué? Para reforzar el pre-juicio de que la Fiscalía tiene favoritos. Para ver a cuánta gente logran atraer a su propia burbuja. Y, de paso, para boicotear las delaciones. Es decir, para impedir que se sepa la verdad. El problema no es la filtración. El problema es la estrategia de fake news que la acompaña. En un mundo en el que la lógica de las redes ha monopolizado los circuitos de información, ahora más que nunca el periodismo debe pelear para evitar que, en su nombre, se traicione la verdad.