"El hartazgo se percibe en la calle, en los hogares, y los peruanos y peruanas se sienten, digan lo que digan los opositores".,No es exagerado. Después del último mundial de fútbol, nada ha unido tanto a los peruanos como la indignación generada por el Fiscal de la Nación y sus decisiones dirigidas. Por todo lo que representa, el blindado Chávarry ha sido el percutor de esta tan saludable protesta ciudadana que, pese a los días de fiesta interrumpidos por la sucia política, se manifestó contundentemente y participó de su propio destino y el de su país. Aquella protesta ciudadana que respalda al presidente y a los dos fiscales del caso Lava Jato removidos por su superior jerárquico. La calle habló y seguirá hablando, comunicando un mismo mensaje: “no nos vamos a dejar engañar, no vamos a dejar que se salgan con la suya”. Y es que el esquema es clarísimo. ¿A quiénes beneficia que el acuerdo con Odebrecht se caiga? ¿Qué sectores políticos representan aquellos que priorizan la reparación civil para ser cobrada tarde, mal o nunca, en lugar de la información que revele quienes son nuestros corruptos? Estamos hablando de 40 investigaciones en juego y, sobre todo, de un trato de colaboración eficaz que, pase lo que pase, ya está en serio riesgo de no producirse, porque los plazos juegan en contra. Ya no se trata de una polarización de la sociedad, del electorado, pues ahora estamos hablando de una mayoría que las encuestas no pueden manipular trucando cifras, tal como insisten unos pocos. El hartazgo se percibe en la calle, en los hogares, y los peruanos y peruanas se sienten, digan lo que digan los opositores, al menos coyunturalmente, representada por el ejecutivo. Peligroso, sí, pero necesario, porque se está actuando dentro del sistema, dentro de la democracia, dentro de las instituciones. Si es que Vizcarra se sube al coche del poder y cambia las reglas de su permanencia, se protestará con la misma energía. Pero la calle ha hablado, aprovechemos las circunstancias. Que vengan las reformas, que venga el diálogo, que se acabe el blindaje y la impunidad. Soñar no cuesta nada, pero primero hay que soñar.