Y si bien Bolsonaro coincide, como dice Manuel Castells, con el discurso de Trump, con el gobierno neofascista de Italia y con el ascenso del neonazismo en Europa, no es precisamente un representante del viejo nacionalismo brasileño.,Hace unos años, el argentino José Natanson, director de Le Monde Diplomatique (edición Cono Sur), sostenía que estábamos ante el nacimiento de una nueva derecha en América Latina. Natanson advertía que los resultados de los comicios presidenciales en Brasil (se refiere a los que ganó Dilma Rousseff ya que el artículo fue publicado hace cuatro años), el liderazgo de Henrique Capriles en Venezuela, un nuevo paisaje electoral más competitivo en Argentina y las dificultades de los gobiernos progresistas para retener el poder eran señales de la emergencia de esa nueva derecha en la región. Para Natanson una nueva derecha tenía como características ser democrática, posneoliberal e “incluso está dispuesta a exhibir una novedosa cara social” (noviembre 2014/N. 185). Las elecciones presidenciales en Argentina el 2015 con el triunfo de Mauricio Macri que ponía fin a varios años de hegemonía kirchnerista en ese país, así como la derrota del “madurismo” en las elecciones legislativas, también ese mismo año, mostraban que esa nueva derecha era posible; sin embargo, al poco tiempo algunos hechos desmentían esa posibilidad. El primero de ellos fue el golpe parlamentario en Brasil contra la presidenta Dilma Rousseff en el 2016. Un parlamento derechista, de un poco más de 500 miembros, destituía con artimañas y de manera ilegal, por cierto, a una presidenta que había sido elegida por segunda vez con más del 50% de los votos casi dos años antes. Por otro lado, el gobierno de Mauricio Macri en poco tiempo demostró que tenía poco de “posneoliberal” y sí mucho de un gobierno de los llamados CEO de las grandes empresas. Hoy, su gobierno, como dice ahora el propio Natanson, representa “el fin de la utopía gradualista en ese país”. Incluso se puede afirmar que las posibilidades de que Macri pueda reelegirse, sobre todo luego del “desembarco” del FMI en Argentina y de la aplicación de un programa “neoliberal”, son escasas. En Venezuela, la oposición fracasó, no solo por las respuestas autoritarias de un gobierno que no está dispuesto a dejar el poder, sino también, y sobre todo, por su incapacidad para unirse. Hoy esa oposición, que alguna vez fue una promesa, se encuentra dividida y sin ninguna posibilidad de encabezar una transición democrática en ese país. Por eso lo que hoy tenemos en América del Sur es una derecha contraria a lo que se imaginó cuatro años atrás. Y si bien en el interior de esa derecha hay diferencias, se podría decir que es básicamente antidemocrática, radicalmente neoliberal y claramente antisocial. Su máximo representante, como si fuera una caricatura, es este personaje sacado de las páginas más oscuras de la historia de América Latina: Jair Bolsonaro, un exmilitar, evangelista, fascista, racista, homofóbico que el próximo 28 de octubre posiblemente sea el nuevo presidente de Brasil. Se podría decir que el fracaso en construir una “nueva derecha” más democrática, posneoliberal y social, el fin de un ciclo progresista en América Latina, tan lleno de aciertos y errores, así como la reciente historia de Brasil donde destacan el golpe parlamentario y la creciente importancia política de un evangelismo anticomunista, han terminado por construir a este personaje que representa no solo la antidemocracia y el antiprogresismo sino que ha prometido explícitamente acabar con esta corriente. Y si bien Bolsonaro coincide, como dice Manuel Castells, con el discurso de Trump, con el gobierno neofascista de Italia y con el ascenso del neonazismo en Europa, no es precisamente un representante del viejo nacionalismo brasileño. Bolsonaro, si gana las elecciones, tendrá como ministro de economía a un seguidor de la escuela de Chicago que ha prometido privatizar todo Brasil. Es decir, entregar el país a los grandes intereses extranjeros. Hace unas semanas, el presidente chileno, Sebastián Piñera, en una visita protocolar a Donald Trump mostró una bandera de EEUU en la que en una de sus partes tenía la bandera chilena insertada para luego decir que “Chile está en el corazón de EEUU”. Lo que se viene, por lo tanto, no solo será un gobierno fascista en Brasil sino también la reafirmación de gobiernos de derecha en Chile, Colombia y Paraguay dispuestos, como dijo Piñera, a que sus países estén en el corazón de EEUU. Me pregunto si todo lo que estamos viviendo hoy en el Perú no será, contraviniendo a lo que muchos piensan, un preludio a una situación similar.