Testimonio. Un equipo de periodistas visitó esta zona de conservación amenazada desde que se rumoreó la construcción de reservorios que convertirían el bosque seco en hectáreas agrícolas.,Vera Lauer El 29 de diciembre de 2017 salimos a conocer el circuito de las Pirámides de Túcume. Estábamos apenas a seis horas de la Reserva Ecológica de Chaparrí y a menos de 48 horas del asesinato de Napoleón Tarrillo, el principal defensor de ese lugar, donde planeábamos llegar a las cuatro de la tarde. En Chaparrí teníamos cita con Javier Ruiz, para hablar sobre el bosque y el cortarrama, cuyo hábitat de algarrobos es amenazado por el mismo tráfico de tierras, que propone convertir el norte en feudos tribales. Lideraba nuestro grupo el irlandés Jeremy Flanagan, habitante de la zona por 20 años. Un bachiller en conservación. Un biólogo apasionado, de esos que Migraciones admite en el país, pero que el Perú diariamente pone a prueba su vocación. PUEDES VER Chaparrí: una reserva natural amenazada por los traficantes Portábamos equipo de registro audiovisual. Flanagan fue contactado por Daniela Quiroz Salas, hija de Alfonso Quiroz, el autor de “Historia de la corrupción en el Perú", IEP, 2013. Nacida y radicada en Nueva York, en 2017 se interesó en conocer más sobre el país de sus progenitores, fuera de Lima y Cusco. En menos de 48 horas conoció una geografía distinta, pero el mismo modus operandi. Su padre apenas había escrito el génesis. La corrupción estaba tan lejos de ser historia en el Perú. Recorrimos Túcume aceleradamente. El sitio es un logro de la gestión arqueológico-paisajística que se conecta a Chiclayo por una carretera abandonada a su suerte desde El Niño costero. Esto hace aún más sorprendente su centro de interpretación. Afuera la reverencia estética mochica, sensorialmente más cercana a Egipto que a los Andes, se enmarca en el silencio del bosque seco que otorga majestad a la contemplación. A las dos de la tarde llegamos a El Mirador, en Chongoyape. Flanagan nos presentó a Juan Carrasco, defensor comunitario de Chaparrí. Nos mira con cautela. Debemos esconder las cámaras de los invasores, nos advierte, filmemos solo al retorno, que salgamos con luz. “Mantengan las ventanas cerradas”. La trocha se abre paso sobre una extensión de arbustos parejos y medianos. Un grupo de hombres camina por un descampado al lado izquierdo de la trocha. Marcan el terreno con piedras pintadas de blanco. Delante de nosotros pasa una motocicleta, pero no hay nadie más. Es casi el mismo punto donde Andrés y Heinz Plenge Pardo fueron emboscados en junio de 2017, por unos hombres armados con palos. Los jóvenes terminaron en el hospital y las denuncias formales sobre el caso, en el archivo. Salimos hacia las tres de la tarde. El verde estridente del valle se convierte en color tierra. Entramos a la Reserva de Chaparrí, gestionada por la Comunidad Campesina Muchik Santa Catalina de Chongoyape desde 1999, bajo un acuerdo de conservación, que junta sus 34,000 hectáreas a las 100 del gestor ambiental Heinz Plenge Sánchez (Chiclayo, 1946). Como área de conservación de esta naturaleza, es la primera en el Perú. Sobre las cuatro de la tarde llegamos al corazón del eco lodge. Una franja de verde intenso aparece de nuevo. Aquí menos es más. No se escucha nada fuera del manantial, las aves y nuestras voces. Plenge Sánchez fue admitido aquí como comunero en asamblea comunitaria, de forma legítima y abierta. El proceso tradicional que antecede a la Ley de Comunidades Campesinas. Explica que todos los problemas empezaron cuando vendieron sueños de opio sobre unos reservorios que convertirían el bosque seco en hectáreas agrícolas. Esto movilizó todo tipo de intereses y desvirtuó el padrón comunitario, que desde 2006 es irregular.Muchos miembros recientes no han sido admitidos por la comunidad sino que se inscribieron por la libre, explica. En 1999, Plenge entró en alianza con la comunidad para crear una alternativa sostenible frente a la caza y extracción maderera. La gestión del área de conservación hoy crea empleos sostenibles para 80 personas y genera unos 100,000 soles de ingreso al año. Unos 8,000 turistas la visitaron en 2017. Es un principio. El plan de los traficantes de terrenos es en primera instancia, destruir la alternativa turística. A las cinco de la tarde, las palabras de Carrasco empezaron a resonar. A la salida ya no encontramos a los traficantes de terreno, solo las desafiantes piedras pintadas de blanco. Chaparrí es el hogar del oso de anteojos, el más famoso de todos, Paddington. Sospecho que probablemente es la razón por la que Flanagan vino a parar aquí. Nos despedimos de él con nostalgia. A las 8 de la noche, revisamos las grabaciones: el cortarramas es esquivo. Un algarrobal en Piura promete su encuentro. Un proyecto hotelero, acogerlo a futuro. A las siete de la mañana del 30 de diciembre partimos en busca del cortarramas, del cual sabemos todo, pero no tenemos una sola toma singular con su distintivo canto. Lo encontramos en una caleta cerca de Cabo Blanco. Vive de polizonte advenedizo en un yacimiento de extracción de gas. Se anunció en manada en ese santuario momentáneamente. Es un ave de pecho rojo intenso con penacho irreverente. Su presencia indica la existencia de algarrobos, otra especie damnificada por la tala, las lluvias y las plagas. La promesa de celebrar se disolvió en algunas horas. Flanagan nos pasó una nota de Juan Carrasco informando sobre la muerte de Tarrillo. Nos sumamos al minuto de silencio. ¿Quién lo mató? ¿Su falta de recursos? ¿Nosotros, por aparecernos con cámaras en una reserva donde nadie nos llamó? ¿O simplemente el devenir habitual de la historia de la corrupción en el Perú?