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¿Qué país?

“Pero no es solo cosa de los políticos y sus decisiones, porque como ciudadanía hemos reaccionado poco ante tanto retroceso. Quizás porque somos aún un país de inmensas distancias que nos separan”.

¿Qué país estamos (están) construyendo? No pregunto tan siquiera qué país queremos construir, sino cuál se está configurando mientras escribo estas líneas, mientras atendemos nuestra cotidianeidad y sus múltiples problemas, mientras quienes nos gobiernan se miran los zapatos y se ocupan de sobrevivir, cueste lo que cueste, cueste lo que nos cueste.

Así, mientras a veces parece que a nuestro alrededor, los países vecinos, avanzan en derechos, libertades y reconocimiento del otro, a nosotras y nosotros parece más bien que nos jalan para atrás cada día un poquito más.

Estas semanas –de esas que en el país parecen meses– es posible percibir cómo ese bloque “conservador” que podíamos intuir desde las elecciones del año pasado se va consolidando de forma transversal al espectro político, abocándose a ser enemigo de los pocos avances y logros que se podían contar en nuestro país, hermanado para construir un país casi cavernario, en lo político y lo social.

Apuestan por un país donde no cabe la diversidad, donde un parlamentario, supuestamente de izquierda, hace gala de su homofobia en televisión y dice con supina ignorancia (o ceguera voluntaria) que en las regiones no hay marchas del orgullo, invisibilizando a las comunidades LGTBI+ del país que hace unos días marcharon en casi una decena de ciudades.

Defienden un país donde no cabemos las mujeres. O mejor dicho “el cuento de la mujer”, desconociendo con miserable dogmatismo la transversalidad de la discriminación a las mujeres. ¿Tiene nuestro país problemas de clase? Claro que sí, pero también de raza, y por supuesto que de género. Definir la batalla contra las mujeres como “la batalla final” es muestra de la más absoluta misoginia, no de radicalidad política, señor Cerrón.

Abrazados, avanzan juntos por un país en que se pretende normar un supuesto “derecho a la vida” olvidando la vida y la salud de las mujeres. Porque el derecho a la vida solo les importa hasta que esa vida nace pobre, racializada o con una orientación sexual distinta a la suya.

Gravísimo también lo de pretender tener un país en el que se enjuicie a adolescentes como si fueran adultos, en lugar de apostar por educarles, por generarles oportunidades y mejorar sus condiciones de vida para que la precariedad socioafectiva y económica no les lleve a la violencia y la delincuencia. Más fácil sale encarcelarles, sobre todo en tiempos en que de educación e inclusión se habla poco y nada.

En los últimos días, además, quienes intentan dibujar el país a su medida han confrontado y agrandado las distancias: la mitad de ellos, desde el desconocimiento y el prejuicio, estigmatiza y condena a organizaciones sociales como arma para golpear al Gobierno: otra mitad banaliza y justifica lo que es una clara violación a los derechos humanos, injustificable, distante de cualquier “justicia”.

Pero no es solo cosa de los políticos y sus decisiones, porque como ciudadanía hemos reaccionado poco ante tanto retroceso. Quizás porque somos aún un país de inmensas distancias que nos separan, pegado con parches y en que nos miramos unos a otros con desconfianza tantas veces.

Quizás porque por estos días la desesperanza, la angustia y la incertidumbre nos colman. Quizás solo porque aún no hemos comprendido que las libertades de unos no acaban donde empiezan las mías, sino que mientras más libres sean los demás, más libres seremos también nosotros. La libertad no se agota, se engrandece cuando se amplía y se comparte.

Vuelvo como tantas veces a esas preguntas sin respuestas, ¿qué país queremos?, ¿qué vamos a hacer para construirlo?, y ¿cuánto más vamos a esperar para defenderlo?

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Paula Távara

Politóloga, máster en políticas públicas y sociales y en liderazgo político. Servidora pública, profesora universitaria y analista política. Comprometida con la participación política de la mujer y la democracia por sobre todas las cosas. Nada nos prepara para entender al Perú, pero seguimos apostando a construirlo.