Patricia Benavides: “No tengo miedo a la destitución”

Cosas que tienen que cambiar

“Dos ejemplos recientes demuestran que cambiar y curar no es utópico: la lucha heroica de los jóvenes para sacar a Merino y los usurpadores, el correcto Gobierno de Sagasti”.

Pase lo que pase en estas malhadadas elecciones, está claro que hay cosas que, si no cambian, estamos perdidos. Para nadie puede pasar desapercibido que esa abstracción llamada “modelo”, es un fracaso. Lo prueban pueblos enteros sin servicios esenciales como agua y energía. Lo prueba la atroz mortalidad de la pandemia, en la cual se confabularon la carencia de hospitales, personal de salud, equipos, camas, etcétera, que nos llevaron a ser el país con más fallecidos por millón en el mundo. A lo cual se añadió la incompetencia letal de quienes recurrieron a pruebas rápidas y no fueron capaces de contratar vacunas. En esa combinación de incapacidad y corrupción, se llevaron la vida de unos mil peruanos por cada año que tenemos como república.

La pésima educación pública, aunada a las inicuas desigualdades que nos caracterizan, hicieron que todos los niños perdieran años de su escolaridad, pero una minoría pudo rescatar algo gracias a los medios de los cuales disponían en casa. Mientras que la gran mayoría tuvo que hacer sus clases en condiciones inenarrables.

La pandemia nos destrozó y evidenció nuestras fisuras más hondas, llevando a la miseria a millones de personas. Las elecciones agregaron sal a esas heridas, sacando lo peor de nuestra mal llamada sociedad. El racismo de siempre emergió peor que nunca. Azuzados por el miedo atávico a la venganza de los desposeídos, quienes vieron amenazados sus privilegios se comportaron como fervorosos defensores del apartheid. Sus fantasmas los delataron.

Ignoro cuál ha sido el resultado del proceso electoral. Pero no tengo dudas respecto a que, sea cual fuere el resultado, si no logramos unirnos para cambiar esta situación que llamamos –es un eufemismo– pacto social, no tenemos esperanza como país. Si no podemos dialogar, escuchar, tener empatía, establecer líneas maestras para un proyecto común con justicia, integridad, respeto por el otro y los derechos de todos, esto será solo un aviso. Está en nuestras manos decidir si queremos ser una comunidad o insistimos en un sistema de privilegios y castas.

Todos sabemos que la corrupción es un cáncer corroyéndonos desde hace siglos. Lo que esta vez hemos constatado es que está a un paso de matarnos. Dos ejemplos recientes demuestran que cambiar y curar no es utópico: la lucha heroica de los jóvenes para sacar a Merino y los usurpadores, el correcto Gobierno de Sagasti.

La República

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