Federico Agusti: “Los procesos de integración demandan tiempo y se busca acortarlo”
Con 1,3 millones de migrantes y refugiados venezolanos en Perú, el representante de Acnur en el país comenta que el Estado ha sido generoso en la aplicación de políticas de recepción. Sin embargo, reconoce que las excesivas multas que muchos de ellos tienen que pagar representan un cuello de botella para los trámites de regularización.
Cada 20 de junio se conmemora el Día Mundial de los Refugiados y es por ello que La República conversó con Federico Agusti, representante de Acnur en Perú, para entender las demandas de la comunidad venezolana que reside en el país —la segunda nación con la mayor cantidad de migrantes y refugiados venezolanos de la región—, los procesos de regularización, las impagables multas por exceso de permanencia y la ansiada integración entre ambas culturas en tiempos en que el mundo necesita de mayor empatía.
Hasta la fecha, Perú ha recibido 532.000 solicitudes de refugio, y se ha convertido en el primer país del planeta en ese renglón. Si Lima quedara en Venezuela, sería la tercera ciudad de ese país con la mayor cantidad de ciudadanos venezolanos por detrás de Caracas y Maracaibo. Los datos que se reflejaron anteriormente están presentes en el Informe de Tendencias Globales de Acnur publicado la semana pasada.
-A propósito del Día Mundial de los Refugiados, Perú es el segundo país con más migrantes y refugiados venezolanos en su territorio después de Colombia. ¿Cómo cataloga el proceso de regularización de los ciudadanos venezolanos en el país en la actualidad?
Debería decir que Perú ha sido muy generoso en la aplicación de políticas de recepción. Originalmente estamos hablando del mayor desplazamiento de la historia de América, en donde más de 6 millones de personas venezolanas han salido de su país. Perú es el segundo país del mundo con 1,3 millones, esas son las estimaciones que tenemos actualmente y podrían proyectarse a 1,4 o casi 1,5 millones para finales de año. Entonces, lo primero que hay que entender es que es un enorme desafío para el país.
Hasta hace pocos años, Perú era un país en donde vieron salir a sus nacionales y de golpe se convirtió en un país de recepción de refugiados y migrantes. Entonces, en ese marco, fueron adoptando distintas políticas para documentar a las personas.
-¿Qué procesos está brindando Perú para poder regularizar a la comunidad venezolana?
Actualmente hay dos procesos que están en paralelo. El primero es de regularización propiamente dicho para personas venezolanas, pero también de cualquier otra nacionalidad que se encuentran en situación irregular y se llama CPP (Carnet de Permanencia Temporal). Esto permite que personas que hayan ingresado antes de 2020, que se encuentren en situación irregular o hayan ingresado irregularmente, puedan obtener su carné de permanencia temporal. Alrededor de 140.000 personas han obtenido este documento y este proceso sigue vigente hasta principios de julio.
En paralelo, hay otro sistema de documentación que es para solicitantes de refugios venezolanos, exclusivamente. Hay cerca de 25.000 personas que accedieron a la calidad migratoria humanitaria y es importante destacar que es gratuita, y el segundo (proceso) es en el que se obtiene un carné de extranjería.
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-Se habla de 532.000 solicitudes de refugio, pero solo 25.000 han obtenido esa calidad migratoria. ¿Qué pasa y por qué el número no se incrementa?
Para entender una parte de las diferenciaciones (...) De estas 532.000 solicitudes de refugio, en el proceso natural debería ser que se resuelvan en el ámbito de la comisión especial de refugiados, pero los procesos de asilo y de refugio son complejos, requieren entrevistas personales, verificación de la información del país de origen, una serie de pautas que son muy complejas y demandan un tiempo que no es el tiempo que las personas tienen, porque necesitamos que las personas estén documentadas.
Actualmente, estas solicitantes de refugio tienen una autorización temporal por trabajo, lo cual es positivo, pero no muchas personas o muchos empleadores la conocen. Es allí que estamos buscando avanzar en la calidad migratoria humanitaria y, efectivamente, como dices, el número es pequeño, son 25.000 los que lo adquirieron.
Uno de los grandes cuellos de botella está en poder hacer la verificación de antecedentes porque se tiene que verificar antecedentes penales, policiales y judiciales; y cada uno de estos organismos que dependen de distintas organizaciones como la Policía Nacional, el Poder Judicial, entre otros, tienen sus propios mecanismos para verificar antecedentes.
Hemos apoyado para hacer unas modificaciones de software y hacer revisiones masivas de información. Actualmente hay cerca de 300.000 personas que han sido verificadas por antecedentes policiales y penales. Faltan los judiciales, una vez se obtenga información, posiblemente se pueda potenciar y avanzar mucho más rápido en la emisión de la calidad migratoria humanitaria.
También hemos estado apoyando en la actualización de la información de muchas solicitudes de refugio que se hicieron en 2018, 2019 y 2020.
-Existe otra gran inquietud por parte de la comunidad venezolana y tiene que ver con las impagables multas por exceso de permanencia que deben cancelar a la Superintendencia Nacional de Migraciones. ¿De qué manera Acnur apoya a esta población en ese aspecto?
El tema de las multas sin duda es otro de los cuellos de botella, porque son diarias y acumulativas. Hablamos de 47 soles por día que se van acumulando. Por tanto, las personas que hoy quieren hacer su trámite tienen muchas veces multas impagables. Hay multas de 2.000, 3.000, 4.000 o 7.000 soles y son impagables para personas que tienen un salario mínimo. Hay un enorme problema y aun fraccionado las personas no tienen la capacidad de pago en la actualidad.
Por un lado, trabajamos con organizaciones no gubernamentales que brindan información y dentro de la información hay procesos para la eximición de la multa. El problema también se ve porque estos procesos son complejos y largos y requieren un informe de una trabajadora social matriculada y demora mucho tiempo. Es una realidad, esto desalienta.
En algunos casos, se puede apoyar para pagar las multas, pero no es la idea porque los costos son muy elevados y no tenemos la capacidad económica para poder ayudar a mucha gente que lo requiere.
Lo que estamos tratando con las autoridades es encontrar un mecanismo para el pago de estas multas, porque hablamos de personas que están en condición vulnerable. No son migrantes que han venido por trabajo y luego se les venció la visa. Son personas que se han visto obligadas a salir de su país prácticamente con lo que tenían encima. La idea de los programas de regularización es justamente documentar, no recaudar.
Hemos establecidos diálogos bien avanzados con el Gobierno para tratar de ver alternativas.
-¿Esto podría ser un factor para que los migrantes y refugiados retornen a su país de origen o se dirijan a un tercer país?
Los flujos son multidireccionales para decirlo en un término sofisticado. Es decir, hay muchos que están ingresando y hay muchos que vienen, pero van en tránsito hacia otros países como Chile, principalmente.
Hay otros que están retornando y el retorno no solamente es a Venezuela. Hay personas que salen de aquí para Ecuador, Colombia o incluso continúan el camino hacia el norte (Norteamérica).
Si uno debería resumirlo, efectivamente son más lo que ingresan que los que salen. Las estimaciones están en 1.200 personas diarias que ingresan a Perú desde el norte o desde el sur y cerca de 500 a 550 están saliendo del país.
Sigue habiendo una crisis de desplazamiento de personas que están buscando protección, pero también buscan poder reconstruir sus vidas para retomar sus sueños y muchos observan que Perú es ese país que puede darle las oportunidades para reconstruir sus vidas.
-Llama la atención la cantidad de ciudadanos venezolanos en Lima y se ha convertido en la ciudad extranjera con más migrantes de esa nacionalidad. ¿Es posible lograr una reagrupación o reordenamiento de ellos en otras regiones para aprovechar el talento, las profesiones u oficios que traen?
Lima es la ciudad del mundo con mayor cantidad de refugiados y migrantes venezolanos. Alrededor 1 040 000 personas. Esas son las estimaciones que tenemos entre Lima y Callao.
Si Lima estuviese en Venezuela, sería la tercera ciudad de Venezuela con mayor cantidad de venezolanos por detrás de Caracas y Maracaibo. Son datos que hay que tener bien presentes, porque implica que no solamente hay que trabajar en políticas nacionales o incluso en políticas regionales, sino también en políticas locales, en donde un alcalde tiene un impacto directo en ayudar o poder integrar un número enorme de personas que están en cualquier distrito o localidad. ¿Cómo trabajamos? Es un tema novedoso el de los refugiados no en campamentos sino en contexto urbano y en ciudades enormes. Lima es una de las ciudades más grandes del contexto latinoamericano y no están todos agrupados, están muy dispersos en todo un espacio de 10 millones de habitantes.
Hay distintas estrategias y por un lado está la de trabajar con organizaciones de base en donde se puede llegar a más personas, con iglesias, para hacer jornadas documentarias, informativas o hasta de recreación.
En términos de cómo podemos apoyar para descentralizar la migración o la población venezolana que está acá, puedo decir que son procesos complejos porque por un lado se requiere la intención de la persona de querer trasladarse a otros lugares. Se requiere que en esos lugares se pueda detectar una brecha en distintos sectores del mercado.
-Muchos ciudadanos venezolanos han sido víctimas de xenofobia en el Perú. ¿Cómo se podría promover la integración entre ambas culturas?
Los procesos de integración demandan tiempo y se busca acortarlo. Históricamente, Venezuela ha sido un país receptor de gran cantidad de población, de Europa y de América Latina. Esos procesos al principio no eran sencillos, simplemente se iban integrando en el estar juntos, compartir espacios, compartir cultura y con el tiempo los venezolanos, los argentinos, por ejemplo, estamos orgullosos de nuestro pasado en el que vemos una mezcla de cultura.
Creo que aquí estamos en ese proceso. Inicialmente, fueron bien recibidos, luego generó cierto temor a lo desconocido. Ahora, creo que estamos pasando un poco al reencuentro. Tuvimos dos años de una pandemia en la que nos alejamos, entonces, el que hablaba diferente o el que venía en situación de pobreza o en situación de alta vulnerabilidad lo veíamos como un problema.
El volver a encontrarnos, en las escuelas o cualquier lugar de interacción, nos demuestra que somos parte de una patria grande. América Latina es una patria grande y no importa la nacionalidad, si es venezolano, si es peruano, si es Argentino o mexicano, somos parte de un gran pueblo latinoamericano y creo que eso se va a ir dando de a poco.
Hay que empezar a buscar espacios en donde encontrarnos, donde juntarnos, donde compartir con esa cultura para que se convierta en una sola en poco tiempo. Creo que el tiempo nos dará la razón, cuando dentro de unos años en el Perú estén orgullosos también de esa cultura que amalgama distintas nacionalidades.