León XIV: el primer papa de Estados Unidos con corazón peruano que abre una etapa aún incierta con Trump
El nuevo sumo pontífice, León XIV, cultivó una estrecha relación con el papa Francisco. Con él compartía una visión pastoral de la Iglesia centrada en la inclusión y la justicia social. Su perspectiva contrasta con el enfoque restrictivo de las políticas migratorias de Donald Trump.
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El cardenal Robert Prevost, de 69 años, fue elegido como nuevo pontífice bajo el nombre de León XIV. Es oriundo de Estados Unidos pero nacionalizado peruano. Ha cuestionado duramente las políticas migratorias aplicadas durante la administración de Donald Trump, en especial aquellas que afectaron directamente a los inmigrantes. León XIV, desde el balcón de la Plaza de San Pedro, pidió a la gente “construir puentes de paz” y buscar la justicia sin miedo.
La elección de Robert Prevost, quien fue obispo de Chiclayo en Perú, representaría la continuidad del legado del papa Francisco en la Iglesia católica. Su trayectoria en América Latina y su cercanía con comunidades vulnerables lo posicionan como una figura con fuerte sensibilidad social por lo que se prevé que el Papa León XIV atraerá la atención por la futura relación entre la Santa Sede y el gobierno de Estados Unidos, particularmente en lo que respecta a temas clave como la justicia migratoria, los derechos humanos y la equidad global.
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El papa León XIV y su postura sobre las políticas migratorias
De acuerdo con Cadena 3, el recién electo papa León XIV mostró una firme oposición a las políticas de exclusión y endurecimiento de fronteras promovidas durante el mandato de Donald Trump. En su mensaje inicial desde el balcón de San Pedro, afirmó que "las personas que huyen de la guerra, la pobreza y el sufrimiento no deben ser tratadas como amenazas, sino como hermanos".
El nuevo pontífice también destacó que su formación religiosa y su experiencia pastoral en comunidades pobres de Perú le enseñaron a valorar la acogida, la empatía y la compasión como fundamentos cristianos. Además, subrayó que la Iglesia tiene el deber de ser “un puente y no un muro”, una clara alusión a las políticas de construcción de barreras físicas en la frontera sur de Estados Unidos. En este sentido, Robert Prevost se perfila como un defensor activo de los derechos de los inmigrantes y refugiados, enviando una señal fuerte sobre la dirección humanitaria de su papado.
Durante su ministerio episcopal en América Latina, el nuevo papa desarrolló vínculos con sectores históricamente postergados, lo cual refuerza su compromiso con las comunidades desplazadas. Su nombramiento genera expectativas en diversos sectores sociales y políticos sobre un posible cambio en la influencia moral que la Iglesia ejercerá sobre gobiernos como el de Estados Unidos.
Antecedentes: el Papa Francisco y su tensa relación con Donald Trump
La relación entre el Vaticano y Donald Trump ya había sido motivo de tensión durante el papado de Francisco. El papa argentino criticó en varias ocasiones las políticas migratorias del expresidente estadounidense, especialmente las medidas que separaban a los niños de sus padres en la frontera. En una ocasión, Francisco declaró que “quien piensa en construir muros y no puentes no es cristiano”, en una referencia directa a los proyectos de infraestructura fronteriza impulsados por Trump.
Con la llegada de Robert Prevost al papado como León XIV, se prevé una continuación e incluso una profundización de esa postura crítica. Aunque se espera que el nuevo pontífice mantenga el tradicional equilibrio diplomático del Vaticano, su origen estadounidense y su experiencia en el continente latinoamericano podrían reforzar su interés en atender los desafíos migratorios que enfrenta la región.
El papa Francisco ya había abogado por una Iglesia que escuche a los más débiles y que denuncie las injusticias sociales. El nuevo Papa parece seguir esa línea, pero con una voz más cercana a los escenarios políticos y sociales de América, donde el fenómeno migratorio continúa siendo un tema central.
El nombramiento de Robert Prevost no solo marca un hito histórico por ser el primer papa de Estados Unidos, sino que también abre un nuevo capítulo en la relación entre la Iglesia Católica y los gobiernos que impulsan políticas restrictivas hacia los inmigrantes. Su elección podría redefinir el rol del Vaticano en los debates migratorios globales.
