Hugo Ñopo: “El gran objetivo tiene que ser redistribuir mejor el crecimiento”
Entrevista con Hugo Ñopo, economista regional para América Latina y el Caribe de la Organización Internacional del Trabajo (OIT).
En la siguiente entrevista, el economista Hugo Ñopo responde sobre el reciente anuncio del gobierno de incrementar la Remuneración Mínima Vital. Y propone que ya va siendo hora de que las instituciones económicas abandonen su “encapsulamiento”.
¿Usted cree que lo de Chile podría replicarse en otros países?
En este mundo, cada vez más las fronteras son como difusas y es más difícil distinguir América Latina del resto del mundo. Esto que se ha visto en Chile se parece, bastante, a lo que se vio en París meses atrás, con los chalecos amarillos. Los casos son cada vez menos aislados, también porque la información fluye a una velocidad nunca antes vista.
¿Podría haber réplicas de lo de Chile por una cuestión de contagio, por la existencia de factores estructurales como la desigualdad?
Hay algo de ambas, porque lo que el caso (de Chile) nos demuestra es que una cosa son las variables objetivas y, otra, la percepción de la gente. No necesariamente coinciden. Cuando vas a la calle y le dices a alguien “el Gini está cayendo” (coeficiente que mide la desigualdad), te responderá: “¿y a mí cuándo me va a tocar el beneficio de ese progreso macro del que me hablas?” Esa disrupción entre la objetiva variable macro y la subjetiva percepción del bienestar del hogar es lo que marca, en gran medida, la pauta.
“Desigualdad” es la palabra que más se ha escuchado en las últimas semanas. ¿Qué implica?
Es que hay múltiples desigualdades. Puede ser de ingresos, de riqueza, de acceso a los servicios de calidad. La que está en la base es la desigualdad de oportunidades. Cuando la gente dice que hay un “problema de desigualdad”, en realidad se trata de una frase bien imprecisa. Hay muchas sutilezas. Pero el asunto de fondo es que las personas perciben que…
Las oportunidades no son iguales para todos.
Sí, lo que uno se cuestiona es qué recibe de ese progreso macro. A la gente le preocupa el acceso y la calidad de los servicios que recibe, públicos y privados. Cuando la gente no es bien tratada, entonces siente que alguien se lleva un pedazo más grande del pastel que le corresponde. Por ahí vienen las desafecciones, la sensación de injusticia.
¿Una desafección hacia el sistema político, por ejemplo?
Acá hay un tema importante: se ha encapsulado el tema económico, aislándolo de la política. Quizás hubo buenas razones, porque en periodos anteriores tuvimos problemas serios. Como reacción estuvo bien blindar a la economía de las decisiones políticas. Sin embargo, la historia es pendular. De repente ya llegamos a un extremo, quizás ya tuvimos suficiente de ese encapsulamiento de las instituciones económicas…
¿Y tenemos que politizarlas un poco más?
Y es momento de politizarlas un poquito más. Da miedo porque los errores están ahí y hay que ser muy cuidadosos.
Hay que saber reconocer los errores del pasado, pero también los excesos del presente, ¿no?
Muy cierto. Entre esas dos bandas hay que estar en el medio. Y la verdad, no sabemos cómo se hace eso, cuál es la receta del buen camino a seguir. Quien te diga que sabe cómo compaginar de manera estable y duradera la bonanza macro con el bienestar micro, está mintiendo.
El gobierno ha anunciado el aumento de la Remuneración Mínima Vital (RMV). Se entiende como una medida para, precisamente, aliviar las condiciones de la gente. ¿Qué le parece como idea?
Esto de las políticas de aumento de salarios mínimos o de impuestos…
¿A las herencias o a los millonarios?
Exacto. Decía que este tipo de medidas, cuando son miradas dentro del encapsulado económico, son claramente incorrectas.
¿En qué sentido?
Un salario mínimo es una fijación de precios. Nosotros estamos acostumbrados a ver fijación de precios máximos a los productos o servicios. El salario mínimo es un control de precios hacia abajo. Dentro de un modelo de equilibrio general, neoclásico, estrictamente económico, es una disrupción que te lleva a resultados subóptimos. Pero, de nuevo, esto es así en este encapsulamiento…
Cuando solo miras a la economía y no a la política.
Correcto. Y es que la economía por sí sola no existe, no está en un vacío. La economía debe estar ensamblada en un sistema político. Es ahí donde los óptimos técnicos de la economía deben dar espacio a las voces de la política, a las voces de todos para tratar de compartir el bienestar entre la mayor cantidad de gente posible. Y es ahí en donde la economía tiene que desarrollar estos instrumentos, de salarios mínimos y de impuestos, que permitan una mejor convivencia.
Y distribuir mejor.
Hay que tener en cuenta que, en los hogares peruanos no pobres, el trabajo significa el 80% de los ingresos. Usar los mercados del trabajo para mejorar la redistribución es importante. Económicamente hablando distorsionan un poco, pero políticamente hablando generan una mayor cohesión. Ese es el balance. El gran objetivo tiene que ser redistribuir mejor el crecimiento y son varios los instrumentos que sirven. La RMV es uno. Además, hay que pensar en impuestos a los grandes capitales, a las acumulaciones muy grandes, pensar en una familia de instrumentos.
¿Son suficientes esos instrumentos?
Estas medidas pueden funcionar en un corto y mediano plazo. El verdadero reto consiste en aumentar la productividad de las personas. Nuestra productividad total de los factores está en niveles de hace casi 50 años. ¿A qué me refiero? A que se necesita una mejor salud y educación para que la gente pueda innovar, crear.
Un argumento en contra del aumento de la RMV es que no ataca el problema de fondo, la informalidad, y que solo beneficia a un grupo pequeño. ¿Le parece una crítica atendible?
Ese argumento es cierto, pero hay que añadir algo: hay varios segmentos del mercado de trabajo que utilizan la RMV como señal. La RMV sirve como un indexador. Hay quienes ganan dos RMV, tres RMV, cuatro o cinco. La RMV es un farol que tiene un efecto en la economía. Entonces, sí influye. En el caso de los impuestos a las herencias, eso también afectaría a un porcentaje minúsculo de la población. Los argumentos se usan en un sentido y en otro, dependiendo del caso.
Si se gravara más a los más ricos, la gente podría aliviar su propia sensación de desigualdad, ¿o no?
Si es que no hubiera mecanismos de evasión, que lamentablemente existen, y son muchos. Por ejemplo, “pitufear” las propiedades, llevar dinero a cuentas off-shore. Las estrategias para eludir son múltiples, por lo que se necesitaría no solo de una política que establezca impuestos a estas grandes riquezas y herencias, sino un acuerdo global para que las empresas y personas compartan un poco más.
Algo que se repite mucho es que no se necesita aumentar la RMV, sino flexibilizar el mercado laboral para que más gente ingrese a la formalidad. ¿Es un argumento válido?
Hay dos paradigmas, el de flexibilizar los mercados de trabajo para que más gente entre a la formalidad o el de proteger a los trabajadores para que el mercado de trabajo sea el que les ofrezca la mayor cantidad de bienestar. Ambas posiciones pueden ser técnicamente posibles…
Aunque acá solemos escuchar: “hay que flexibilizar”.
Acá en el Perú, pero en la discusión global aparecen ambas opciones. Cada una en sí misma pueden ser consistentes. Pero ambas son, de nuevo, soluciones técnicamente correctas dentro de su cápsula económica. Ninguna de las dos va a terminar siendo viable si es que no forman parte de un consenso político. Y acá es donde viene el llamado: lo que yo creo que se necesita es diálogo. ¿Para qué? Para que haya un acuerdo político en el que estas dos posiciones técnicas encuentren un punto de convergencia.
Hay una frase, muy repetida, que siempre me ha sonado terrible: “el despido tiene que ser más barato”. En realidad, es hasta cruel, ¿no?
La otra cara de la misma moneda −de que el despido tiene que ser más barato, menos burocrático, más dinámico− debería ser que la contratación sea más barata, menos burocrática, más dinámica. O sea, si uno supiera que se puede perder el trabajo, pero sabe que va a encontrar rápidamente otro, no habría problema. El asunto es que esta segunda pata…
No la dicen.
No está, no está en la realidad. Los tiempos de búsqueda de un empleo formal en un país como el Perú son relativamente altos. Los tiempos de búsqueda, en general, son bajos, porque la gente se inserta en la informalidad.
¿En cuántos países se utiliza la RMV? He leído a gente cuestionar su simple existencia, como si fuese una exquisitez peruana.
No, no, no. El 92% de los países del mundo tienen alguna forma de salario mínimo. Las regiones del planeta que usan menos este instrumento son los Estados árabes, algunos países africanos y asiáticos. La cobertura en América es cercana al 100% y en Europa es del 100%. Ahora, estos sistemas se pensaron en contextos en los que las personas tenían un solo empleo. Eso viene cambiando mucho y, hoy, una persona puede tener varios empleos. También son sistemas que se pensaron cuando en los hogares había un único sostén económico. Estas son preguntas que deben estar en la mesa de cara al futuro del trabajo. ¿Cómo deben ser estos sistemas?
“¿Por qué la educación de mis hijas debe ser diferente a la de los hijos de otros peruanos?
”En una reciente columna, usted señala que nos falta mayor solidaridad. ¿Estamos en déficit?
Sí, nos haría bien ser más solidarios. Esto es bien fácil de decirlo, claro, pero ¿cómo se traduce esto en términos concretos? Todos debemos pagar más impuestos y evadir menos.
Los impuestos son los que financian la salud y la educación.
Y esos dos son los servicios más importantes que un Estado debe proveer. Es inaudito que la calidad de la educación y salud de las personas dependa de su capacidad de pago, dependa de su billetera. Nos parece muy natural, no obstante, es algo que debería llamarnos la atención. ¿Por qué la educación de mis hijas debe ser diferente a la que reciben los hijos de otros peruanos? No hay que olvidar que la educación y la salud son las herramientas por excelencia para igualar las oportunidades.
Regresamos a la desigualdad.
Y volvemos a la desigualdad. Educación y salud son clave para disminuirla, en el entendido de que nunca habrá una desigualdad igual a cero porque los esfuerzos de las personas son diferentes. Y está bien que cada uno reciba premios a sus esfuerzos, eso es necesario. Lo que no está bien es que esos esfuerzos se desarrollen sobre pisos desiguales. Lo que hay que entender es que, en general, hay que distribuir mejor el crecimiento que tenemos. Crecimiento y distribución tienen que ir de la mano.
¿Nos hemos vuelto monotemáticos con el tema del crecimiento?
Va un buen número de años en que nos hemos “monotematizado”, sí, y hay que poner en agenda que crecimiento y distribución deben ir juntos: distribución de ingresos, de bienestar, de riqueza y de calidad de servicios provistos por privados y públicos.
Ahora es economista en la Organización Internacional del Trabajo. ¿Qué estudió usted?
Uno vive reinventándose. Yo estudié Matemáticas, Ingeniería y ahora me desempeño como economista. Uno va aprendiendo.
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¿Qué le ha dado trabajar en un lugar como la OIT?
Uno incorpora con más claridad la importancia del diálogo, algo que no está en los modelos económicos. Y para que haya diálogo se necesitan normas. Las normas y el diálogo, el tripartismo son algunos de los valores centrales para salir de ese encapsulamiento al que me refiero, de la economía a la política.
Lo han voceado hasta un par de veces como ministro.
Eso nunca va a suceder. Le pongo probabilidad uno.
Porcentaje de los países de la OIT con sueldo mínimo