Domingo

¿Cuándo leer a Vallejo?

La poesía de Vallejo abarca todas las aristas de la experiencia humana, y le puede ayudar a usted, lector, a encarar, comprender o abrazar diversas experiencias: de la tristeza a la felicidad, de la rabia a la esperanza, de la injusticia a la solidaridad.Preguntamos a lectores del vate universal qué versos elegirían y en qué situación de la vida recomendarían leerlos.

¿Cuándo leer a Vallejo?
La República

Los convocados para esta nota tuvieron la difícil misión de elegir, en la vasta obra de Vallejo, el poema o los versos que más eco han tenido en sus vidas; y a continuación nos recomiendan, cual médico que prescribe la receta para el enfermo, en qué situaciones de la vida podemos leerlos para curar, no problemas físicos, sino pesares del espíritu. Así, la poesía del autor de Trilce se muestra en su diversidad, desde la que da respuestas al sinsentido de la existencia, pasando por la que denuncia las injusticias, hasta la que nos llama a amarnos todos y hacer de este un mundo más solidario.

Si no ha leído a Vallejo, esta es una invitación para acercarse a la obra del máximo exponente de las letras en el Perú, y que no solo escribió “Hay golpes en la vida tan fuertes… Yo no sé!” o “me moriré en París con aguacero…”, sino mucho más.

Vallejo para reconciliarnos con la vida…

Alexandra Hibbett. Investigadora y docente PUCP.

Vale la pena leer este poema para sacar fuerzas en momentos de crisis. A veces, en la vida de todos y todas parece que nada tuviera sentido. El dolor se impone una y otra vez: “Ha triunfado otro ay”, como dice el poema. Esa es la verdad de la vida: “La verdad está allí”. En esta situación, parece que los seres humanos nos tratamos como gatos (“digitígrados”) y ratones. ¿Sí o no?, nos pregunta, con ironía, el poeta. Nos sugiere que, ante tal desazón, hay que pensar en los goces de la vida. “Ah míos australes, nuestros divinos”, exclama, extasiado. Y hay que afirmar el derecho que tenemos a estar contentos. Luego surge una imagen interesante, la del escultor. Si la vida nos da golpes, entonces tenemos que ser como escultores: nosotros dar los golpes, pero para crear algo hermoso. No importa si “metemos la pata”, siempre podemos mandar todo “a la risa”. Al fin de cuentas, hay cierto alivio en asumir que la vida es absurda, pero que vale la pena vivirla, y gozarla, de todas formas.

 Alexandra Hibbet. Foto: archivo LR

Alexandra Hibbet. Foto: archivo LR

Vallejo nos recuerda que hay muros que nos alejan…

Carmen Ollé. Poeta.

Vallejo ha descrito el lugar sin límites que se encuentra entre el dolor y el placer con una imagen plástica triangular. La alusión al muro es muy sensible por las connotaciones políticas, sentimentales y artísticas. Este poema debería leerse en las escuelas. Por ejemplo, durante la Primera Guerra Mundial, el poeta alemán Georg Trakl habla de un muro de lepra en su poesía. Pero existen otros muros que podemos tocar, oler, padecer, como el muro que se construyó en la República Democrática Alemana después de la Segunda Guerra Mundial; o, en el siglo XXI, el muro erigido en la frontera de EEUU con México por el expresidente Trump. Lima capital está llena de muros que nos separan absurdamente. El muro nombrado por Vallejo es la imagen más vigente del dolor.

 Carmen Ollé. Foto: archivo LR

Carmen Ollé. Foto: archivo LR

Vallejo para ver en nuestra oscuridad…

Daniel F. Músico.

Leer a Vallejo no requiere de un horario o de una fecha en especial, estamos atados a él como atados estamos al mundo o a nuestra historia. En mi caso, el descubrimiento de Vallejo fue un latigazo que, de pronto, dividió las aguas y los tiempos. Conmigo fue a los 9 años, con “Los desgraciados” que, desde sus primeras líneas “Ya va a venir el día; da cuerda a tu brazo, búscate debajo del colchón, vuelve a pararte en tu cabeza para andar derecho”… fue toda una locura. Nunca habría imaginado que la literatura se podría comportar de esa manera. Continuaba con líneas como: “Ya va a venir el día, repito por el órgano oral de tu silencio y urge tomar la izquierda con el hambre / y tomar la derecha con la sed…”, terminando con “…has soñado esta noche que vivías de nada y morías de todo”. Vallejo nos puede llenar de aflicción, dolor, angustia, pero también hace un llamado a encontrarnos en la oscuridad, esperando alguna luz y una tierra más justa.

 Daniel F. Foto: archivo LR

Daniel F. Foto: archivo LR

Vallejo para amarnos todos…

Delfina Paredes. Actriz.

Vallejo decía: a una planta se le corta una flor y la planta sigue viviendo, a un animal se le rompe una patita y sigue viviendo, pero cuando a un poema se le quita un punto, un verso, el poema muere, por eso me cuesta tomar extractos de un poema de Vallejo porque pierde su intención, pero haré una excepción. Esos versos, que fueron escritos durante la Guerra Civil Española que ocurrió en 1936, trascienden a su tiempo y nos hablan de la resistencia, de que hay una posibilidad de que con el esfuerzo de tanta gente que está resistiendo, llegará un momento en que todos podrán gozar de las mismas oportunidades, que no habrá distancias económicas, ni desigualdades. Pienso que, en la mayoría de sus poemas, Vallejo nos llama a la unión, a no vivir en franca competencia, como caballos atropellando a los otros, nos llama a reconciliarnos de forma equilibrada, a comportarnos como seres humanos.

 Delfina Paredes. Foto: archivo LR

Delfina Paredes. Foto: archivo LR

Vallejo para la cotidianidad…

Rubén Romero. Realizador audiovisual, vallejópata

Es la vida que me lleva hacia Vallejo -el periodista, el político, el poeta- con encuentros fortuitos pero certeros, y sin fronteras: afuera del Museo Rodin, en París, hay un señor, que, de cuclillas bajo el sol, vende réplicas de la Torre Eiffel, recuerdo el verso: “este pobre barro pensativo” de “Los dados eternos”. Otra vez, Vallejo se me aparece en El Cairo, Egipto, cuando un policía que resguarda las pirámides le encarga su quepí a un niño que estafa con tours a los gringos; y aquel, gordito y bigotudo, se posiciona en la sombra que produce La Esfinge, y orina largamente, sin temores. Y se me vienen a la cabeza estos versos de “Encarnecido, aclimatado al bien, mórbido, hiriente”: “Así es la vida, tal, como es la vida, allá, detrás del infinito; así, espontáneamente, delante de la sien legislativa”. Y también evoco a Vallejo cuando un taxista limeño me recoge y déspota dice: “todos los serranos invasores regresen a sus chacras”, entonces, pienso: “Y me alejo de todo, porque todo, se queda para hacer la coartada: mi zapato, su ojal, también su lodo y hasta el doblez del codo de mi propia camisa abotonada”, son versos de “París, octubre 1936”. Y seguimos caminando.

 Rubén Romero. Foto: archivo LR

Rubén Romero. Foto: archivo LR