Las cartas entre Mario Vargas Llosa y Sebastián Salazar Bondy
Este viernes 28 de marzo, Mario Vargas Llosa cumple 89 años. ¿Qué sentía Vargas Llosa antes de ser Vargas Llosa? Sus cartas con Sebastián Salazar Bondy, en el último número de Hueso Húmero, nos dicen mucho al respecto.

En la edición de domingo del último fin de semana de 2024, La República publicó una entrevista al músico y literato Alejandro Susti a razón del centenario del nacimiento de Sebastián Salazar Bondy. En aquella ocasión, Susti contó que en su búsqueda de referencias sobre Salazar Bondy, había encontrado en los archivos del francés Gérald Hirschhorn (su tesis sobre la del autor de Lima la horrible tiene cerca de 1500 páginas) diez cartas entre Salazar Bondy y Mario Vargas Llosa, escritas entre 1962 y 1965, y que las mismas iban a salir publicadas en el nuevo número de la revista literaria y cultural Hueso Húmero.
Hueso Húmero #80 ya está en librerías limeñas y trae lo prometido: las cartas entre Salazar Bondy y Vargas Llosa, la cuales nos muestran una imagen aún no muy explorada de quien tiempo después llegó a ser Premio Nobel de Literatura (2010) y miembro de la Academia Francesa (2021). El presente número consigna 15 cartas entre los protagonistas y se incluye además la copia de la carta que Salazar Bondy le envió al escritor español Juan Goytisolo en agosto de 1962, con el fin de que reciba del joven Vargas Llosa, quien por entonces ya estaba viviendo en París, los originales de su libro que, por las señas temporales, no era otro que La ciudad y los perros.
Sebastián Salazar Bondy era 12 años mayor que Mario Vargas Llosa y las cartas revelan que su preocupación por el futuro de Mario era genuina.
“Tú no te duermas”, le dice en una misiva en la que le comunica que ha estado haciendo gestiones para la publicación de la novela que acababa de ganar el Premio Biblioteca Breve. En varios tramos de la correspondencia, el lector se dará cuenta de que Salazar Bondy se preocupaba más por la difusión de la novela que el propio Vargas Llosa, que a sus 26 años no era promesa narrativa, sino toda una realidad. Salazar Bondy no solo quiere a Mario Vargas Llosa como amigo, sino que siente a la vez que está ante algo distinto, ante un autor que no solo dará que hablar, sino que hará igualmente un magisterio para las futuras generaciones de escritores y no solo en español, tal y como terminó ocurriendo.
En otra carta, que bien podría servir de luz para los escritores en ciernes, Vargas Llosa le expresa a su amigo mayor la insatisfacción que le deja la relectura de Los impostores (el primer título de La ciudad y los perros). Ambos amigos ya están en otra liga, a la búsqueda de una editorial y no dudan en hacer uso de todos los contactos que tienen a la mano. Lobby literario al más alto nivel porque hablamos de literatura de gran nivel. No es un lobby literario con títulos menores condenados al olvido. Imposible no especular: ¿cuál sería la actitud de cualquier autor de 26 años si vive una situación como la de Vargas Llosa en 1962? Seguro: mensajes a la nación en redes sociales, selfies consagratorios con autores de moda a la caza de reacciones que sazonen al ego y fotos en los que de todas maneras tienes que salir bien puesto.
Vargas Llosa: joven y bien plantado, le dice a Sebastián Salazar Bondy algo más o menos así: hay diálogos pueriles, personajes que se caen y que no era la novela que creía hasta su reciente relectura. Por ello, ahora sí citamos: “Antes de continuar las gestiones en busca de editor, es necesario que la rehaga”. Ergo: Vargas Llosa no se apuraba por publicar una novela premiada que no tenía editor debido a la censura franquista, no pensó en los caprichos de quienes hoy en día confunden fama como reconocimiento. Desde muy joven, Vargas Llosa tenía una visión madura de la vida y ese quizá haya sido el lazo que lo unió a Salazar Bondy.
Estas cartas, en especial para los seguidores de la obra de Vargas Llosa (se entiende de aquellos que han pasado de la lectura a la obsesión por saberlo todo de su autor fetiche), reflejan una intimidad entre los amigos, una confianza en donde los silencios también son protagonistas. La frescura del registro es la mejor prueba de la complicidad que había entre ellos. Para que tengamos una idea aproximada: salvando las distancias, estas cartas vendrían a ser como las conversaciones por WhatsApp, pero mejor escritas y sin ánimo de huevear, que establecemos con quienes consideramos cercanos.
Conmueve la situación económica de Sebastián Salazar Bondy. Pero sorprende más un factor que habría que subrayar más de él: su dimensión de trabajo pese a las adversidades que atravesaba y que las compartía con su amigo Mario, quien le llegó a proponer que, si llegara a ir a Europa, él le ofrecería un lugar donde quedarse. A Salazar Bondy le ligan cosas, otras no, se las tiene que arreglar con trabajos alimenticios que no le gustan pero que le permiten hacer lo que más le interesa: una buena difusión cultural y escribir. Esa actitud arroba al futuro Premio Nobel de Literatura y no duda en reiterarle su ayuda. Sin embargo, así como hay pasajes sobre el quehacer literario, como aquel en que Salazar Bondy le dice que retire la referencia a la guerra con Ecuador de 1941 de La ciudad y los perros (ambientada en los años 50), asimismo encontramos mucho chisme y raje (Manuel Scorza no sale bien parado, a saber). La sal de la vida. Así es como se escriben dos amigos que se respetan y admiran sin caer en demagogias. Vargas Llosa admira a Salazar Bondy incluso sabiendo que su obra tendrá más repercusión que la de su amigo mayor y Salazar Bondy lo sabe, no se hace el loco. Es pues una amistad blindaba con honestidad y horizontalidad.
El tamaño de ambos personajes hace que su correspondencia epistolar tenga no pocas lecturas. Por estas cartas, salen mencionados Ángel Rama y Julio Cortázar, hay una actitud crítica del contexto social peruano, el cual deprime a Salazar Bondy; hay también mucha política, pero, sobre todas las cosas, un profundo compromiso con la literatura. Esto le dice Vargas Llosa a Salazar Bondy: “La literatura es una obstinación más que una vocación”.
Cada quien hará la lectura que guste de estas cartas. En lo personal, hay un aspecto que, sin duda, ya captó el interés de los estudiosos de la obra de Vargas Llosa. Como ya dijimos, Salazar Bondy le sugirió que saque lo de la guerra con Ecuador y la pregunta que no solo yo me hago es: ¿cómo así se metió ese tema en La ciudad y los perros? La cercanía temporal entre el conflicto y el contexto de la novela no es muy sólida. ¿Existirá ese material con la guerra de 1941 incluida?
Estas cartas, debido al contexto, nos pueden ofrecer otra mirada de Vargas Llosa. Las últimas generaciones de lectores han crecido con la imagen de un Vargas Llosa en el lado de la derecha. Esta es una excelente oportunidad para conocer la interna de Vargas Llosa en el lado de la izquierda. Aquí no sale el Vargas Llosa de los artículos a favor de Cuba. No. Esta correspondencia nos pone a un Vargas Llosa orgulloso de tener el corazón en el lado izquierdo. Se preocupa, se indigna, sabe que está en la mira de los poderosos. Es un Vargas Llosa comprometido con la lucha social (en 1963 murió Javier Heraud), en contra de todo tipo de censuras y creyente de la libertad.