El sonido indomable de la música chicha
El historiador del arte Alfredo Villar ha publicado Yawar chicha. Los ríos profundos de la música tropical peruana, libro en el que analiza este ritmo peruano.
Por: Fernando Carrasco
Nuestro país también tiene un mapa de música. Allí suena, desde hace décadas, una versión de la cumbia peruana, la que llamamos chicha. Alfredo Villar (Lima, 1971), reconocido lingüista e historiador del arte, se ha dado el trabajo de ir, paso a paso, tras el origen y desarrollo de este ritmo peruano y ha publicado, con el sello Planeta, Yawar chicha. Los ríos profundos de la música tropical peruana.
El libro es un cautivante viaje por la historia de nuestra música tropical. Editado en español-inglés, viene acompañado de un espectacular paratexto en el que destacan imágenes de los clásicos afiches con los rostros de los protagonistas de esta historia que pinta a full color parte de nuestra identidad.
En el prólogo, Villar reflexiona en torno al vocablo “chicha” y sobre “lo chicha”. Con el término “chicha” designa a todos los afluentes musicales que conforman nuestra música tropical: “La cumbia costeña y amazónica, la chicha del Cusco y Huancayo, la música carretera, la chacalonera, la canera, la cumbia norteña y la tecnocumbia”. En lugar de “cumbia peruana”, propone referirnos a nuestra “música chicha”. En cuanto a “lo chicha”, recuerda que esta expresión ha sido usada de manera peyorativa para referirse a los usos y costumbres de las clases populares emergentes. No obstante, pone en relieve que hoy “lo chicha” se ha constituido en una nueva estética “que ha invadido, con sus colores, letras y formas, todos los estratos sociales”.
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El libro presenta cinco capítulos, que son los periodos en que Villar divide la historia de nuestra música tropical.
En el primer capítulo, “Vereda tropical: 1951-1968”, nos relata los inicios de la cumbia andina o chichera. A fines del año 65 la banda huancaína Los Demonios del Mantaro, de Carlos Baquerizo, graba “La chichera”, un tema en el que la cumbia se fusiona con el huayno y el mambo, y en su ejecución resaltan el saxo y el clarinete. En este mismo período aparecen, poco después, los primeros grupos de cumbia utilizando la guitarra eléctrica por influencia del rock y del jazz. Se destaca el aporte de Enrique Delgado y su grupo Los Destellos, así como la presencia de Berardo Hernández, conocido como Manzanita.
El segundo período, “¡¡¡Cumbianrol!!!: 1968-1974”, es el momento en que se consolidan con sus trabajos de fusión y amalgama Los Destellos y Manzanita y su conjunto, que propician seguidores, en provincias y en Lima, como Los Orientales de Paramonga y el grupo Los Girasoles. En este mismo contexto surgen también grupos amazónicos que le darían un toque diferente a la música tropical. Sobresalen Los Wemblers de Iquitos, Juaneco y su Combo de Pucallpa y Los Mirlos de Moyobamba.
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“Muchachos provincianos: 1974-1988”, el tercer capítulo, retrata el rol que cumplieron cantantes y grupos como Celeste de Víctor Casahuamán, Chacalón y la Nueva Crema, Los Shapis, Vico y su grupo Karicia, así como la Princesita Mily y el grupo Pintura Roja. Estos grupos cantaban la gesta de los provincianos que habían llegado a la capital y que, con su lucha, daban forma a los conos.
El cuarto capítulo, denominado “Tecnoshocks 1988-2001”, está caracterizado por el uso del sintetizador. Se menciona el trabajo de agrupaciones como Agua Marina y Armonía 10, y la presencia femenina de Rossy War y Ada Chura.
El último capítulo, “El baile de los que aman”, relata la travesía del Grupo Néctar, así como el triunfo de las nuevas agrupaciones norteñas, como Grupo 5, Caribeños de Guadalupe, Corazón Serrano y otros.
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El libro de Alfredo Villar pone en la mesa la historia y conceptos de este ritmo que nació en la periferia y los linderos de la marginalidad para calar en todos los sectores, sobre todo, en el imaginario popular.