Las adolescentes embarazadas también fueron víctimas del colapso del sistema de salud peruano tras la llegada del nuevo coronavirus. Entre el 16 de marzo y junio de este año, tiempo en que se dispuso la cuarentena rígida, la tasa de muertes maternas aumentó y más de la mitad de las madres fallecidas (53.3%) tenían entre 15 y 19 años, según la Dirección Nacional de Salud Sexual y Reproductiva del Ministerio de Salud (Minsa). Las cifras confirman que el estigma hacia esta población persiste. Pese a ello, el Gobierno aún no las considera población vulnerable durante el estado de emergencia.
Guillermo Atencio, director de esta área, explicó que 28 adolescentes embarazadas fallecieron entre enero y julio. Algunas por males que no fueron atendidos de forma oportuna y otras por suicidio.
“En casos de muerte materna (en 2020) tenemos dos tipos: directas e indirectas. Las causas directas están relacionadas con el embarazo. Por ejemplo, que se le suba la presión o que tenga una hemorragia durante el parto porque se queda retenida la placenta. Puede haber sido también una infección obstétrica o puede haber sido un aborto”, detalló.
Tales riesgos se pudieron haber prevenido en consultas médicas; sin embargo, durante los meses de inmovilización obligatoria, hubo una reducción significativa de controles médicos de adolescentes embarazadas.
En abril de 2019, 3.103 visitaron a los gineco-obstetras, mientras que en el mismo mes de este año la cantidad fue de 1.231. “Considerando la brecha originada en abril, mayo y parte de junio, tenemos una brecha de atención de aproximadamente 28%”, añadió Atencio.
Aunque se continuaron realizando teleconsultas, las adolescentes embarazadas debieron acudir a los centros de salud, ya que la gestación durante esa etapa de vida es riesgosa y requiere de mayores cuidados. Pero no hubo suficientes gineco-obstetras para ellas. Cerca de 500 médicos de esta especialidad (entre el 10 y 15%) tuvieron que ausentarse de los hospitales nacionales para no infectarse de coronavirus.
“El tema de la teleconsulta yo (lo recomendaría más) en pacientes que ya no tienen ese problema de embarazo en la adolescencia, en mujeres que ya tuvieron gestaciones anteriores, en ese aspecto puede funcionar. Pero en embarazadas adolescentes, creo que no, que requiere de toda una dinámica educativa”, comentó Juan Pedro Matzumura Kasano, presidente de la Sociedad Peruana de Obstetricia y Ginecología (SPOG).
Al mismo tiempo, existía temor de acudir a los hospitales, donde se corría un alto riesgo de contagio por COVID-19.
“Hay factores que intervienen y que nosotros analizamos. El primero se da cuando las personas se demoran en identificar que están en riesgo de morir. (...) Otro factor pudo haber sido que se identificó el riesgo, el familiar dijo ‘sí, está mal’, pero para que pueda ir hasta el lugar donde atenderse, pudo haberse presentado una demora”, precisó Atencio.
Algunas menores fallecidas durante este período habrían llegado a los centros de salud para pedir ayuda, pero la falta de personal médico y camas habría jugado en su contra.
Entre enero y julio de 2019, se registraron 33 casos de adolescentes fallecidas, 5 más que durante la temporada de cuarentena, por lo que se cree que las causas de las muertes maternas están relacionadas al desprecio hacia esta población.
Para Atencio, otra razón por la que las adolescentes podrían haber fallecido es la falta de apoyo de sus familiares, quienes no habrían prestado atención a las dolencias que desencadenaron su muerte.
Ello también tendría relación con los problemas de salud mental que las mujeres de esta edad suelen sufrir tras quedar embarazadas. Durante los meses mencionados, dos adolescentes gestantes murieron por suicidio.
Vanessa Herrera, médica psiquiatra del Instituto Nacional de Salud Mental (INS), aseguró que la gran mayoría de estas muertes tiene relación con embarazos no deseados que se produjeron en un contexto de violencia física o psicológica.
“Muchos de los embarazos no planificados generalmente están asociados a barreras para el acceso oportuno de servicios de salud sexual y reproductiva. Muchos están ligados a embarazos en adolescentes o enamoramientos donde no hubo adecuado acompañamiento, un enamoramiento saludable y la prevención del embarazo en la adolescencia. Se estima, según las estadísticas mundiales, que se incrementa en 2.5 veces el riesgo de tener ansiedad y depresión en adolescentes embarazadas”, explicó.
Para preverlo, es necesario no culpar del embarazo a las menores ni estigmatizarlas por ello, así como derribar los mitos relacionados a la sexualidad en la adolescencia y juventud.
“Lo cierto es que un embarazo no deseado va a repercutir en la salud mental individual y familiar. Muchas veces, la culpa o malestar que tiene una persona en el contexto de un aborto está muy influenciado por el tema de culpabilización o culpa en función a un sistema de creencias específicas”, agregó.
El embarazo no deseado también interrumpe el desarrollo neurobiológico de las adolescentes. Martha Rondón, psiquiatra del Instituto Nacional Materno Perinatal, explicó que el cerebro de las menores se vuelve más ansioso e impulsivo, lo que las hace más propensas a sufrir ansiedad, depresión y estrés postraumático.
“El estrés del embarazo no deseado, no cuando te dan la noticia, sino todo el proceso de llevarlo, los 9 meses y ver las consecuencias de ello en tu vida: violencia en la familia, estigmatización, abandono escolar, informalidad laboral. Todo ese estrés causa cambios en el desarrollo del cerebro”, señaló.
La Sociedad Peruana de Obstetricia y Ginecología (SPOG) instó al Gobierno a que se considere población vulnerable a las adolescentes embarazadas durante el estado de emergencia dispuesto por el coronavirus. Matzumura opinó que es necesario que no se postergue su atención, pues corren el riesgo de fallecer.
“Las mujeres gestantes están acudiendo a sitios inadecuados. Se están muriendo también de COVID-19, pero hay otro gran porcentaje que muere porque no tiene dónde atenderse”, alertó.
Para frenar la tasa de muerte materna de adolescentes es necesario que el Gobierno implemente servicios de primer nivel, afirmó Susana Chávez, directora ejecutiva del Centro de Promoción y Defensa de los Derechos Sexuales y Reproductivos (Promsex). Ello conlleva que también se pongan a disposición gineco-obstetras.
“Lima, al menos necesitaría unos 10 establecimientos de primer nivel de atención, bien equipados, con profesionales, con equipos completos de trabajo. Es algo que no se viene haciendo. No podemos seguir teniendo la atención concentrada en los hospitales exactamente porque la exposición al riesgo del contagio de las adolescentes en los hospitales es alto”, añadió.