El papa Francisco, de viaje oficial en Luxemburgo, alertó este jueves contra "los trágicos caminos de la guerra" e insistió en la importancia de las negociaciones y el diálogo, en un contexto internacional extremadamente tenso.
El pontífice, de 87 años y que solo se desplaza ahora en silla de ruedas o con ayuda de un bastón por sus dolores en la rodilla, llegó a Luxemburgo, visiblemente cansado, para una visita europea de cuatro días que incluirá una etapa en Bélgica.
En su primer discurso ante las autoridades, la sociedad civil y el cuerpo diplomático del país, el papa argentino lamentó "el resurgimiento, incluso en el continente europeo, de desavenencias y enemistades que [...] desembocan en hostilidades abiertas, con su secuela de destrucción y muerte".
"Parece que el corazón humano no siempre sabe preservar la memoria y que periódicamente se extravía y vuelve a los trágicos caminos de la guerra", prosiguió el papa, instando a fomentar "negociaciones honestas con vistas a resolver los desacuerdos".
Francisco, que suele denunciar las consecuencias de lo que llama la "Tercera Guerra Mundial a pedazos", no mencionó ni Ucrania ni Rusia, y tampoco el conflicto en Oriente Medio. El miércoles calificó de "inaceptable" la "terrible escalada" en Líbano, y llamó a la comunidad internacional a hacer lo posible para ponerle fin.
Haciendo hincapié en el papel de Luxemburgo en la construcción de una "Europa unida y solidaria", el pontífice insistió en el rol de cada país para evitar "las divisiones, los contrastes y las guerras provocadas por nacionalismos exasperados e ideologías perniciosas".
A su llegada a Luxemburgo fue recibido por el gran duque Enrique, su esposa la gran duquesa María Teresa, y el primer ministro Luc Frieden.
A bordo del avión, Francisco no saludó uno a uno a los periodistas que lo acompañan, como acostumbra hacerlo. "No me siento" (capaz), explicó, con aspecto cansado. El jesuita argentino tuvo una gripe a inicios de semana.
Esta visita tiene lugar menos de dos semanas después del viaje más largo de su pontificado, un periplo de 33.000 km durante 12 días por cuatro países del sudeste asiático y Oceanía.
Por la tarde, Jorge Bergoglio se reunió con varios centenares de feligreses en la catedral de Notre-Dame, ante los cuales se pronunció a favor de la acogida a los extranjeros y de una Iglesia abierta y alegre.
Otros cientos le saludaron en las calles de la capital durante un recorrido en papamóvil bajo la lluvia y con fuertes medidas de seguridad.
Esta es la primera visita papal a Luxemburgo desde 1985, cuando Juan Pablo II celebró en la capital una misa con 60.000 fieles, la más grande de la historia de ese país.
Después la población del pequeño Gran Ducado se duplicó, especialmente por el atractivo de su centro financiero. Enclavado entre Bélgica, Alemania y Francia, Luxemburgo tiene 654.000 habitantes, de los cuales 41% son católicos, según el Vaticano.
El miércoles, en su audiencia general semanal, el papa se refirió brevemente a su visita a Luxemburgo y Bélgica como una ocasión de dar un "nuevo impulso a la fe en esos países".
"El papa Francisco visita una sociedad muy diferente de la que vio Juan Pablo II", apuntó el analista político Philippe Poirier.
"En 1985, un 79% de los luxemburgueses afirmaban creer en una religión, en el 90% de los casos la católica", pero "desde 2023, la mayoría de la población de Luxemburgo no es religiosa", explicó.
Tras su etapa de ocho horas en Luxemburgo, el pontífice aterrizó poco después de las 19H00 (17H00 GMT) cerca de Bruselas, donde está previsto que el rey Felipe y la reina Matilde le den la bienvenida.
Su visita a Bélgica terminará con una misa el domingo por la mañana en el estadio Rey Balduino.
Esta visita del jesuita argentino será también la ocasión de abordar el doloroso escándalo de las violencias sexuales contra menores cometidas por miembros del clero en Bélgica.