Texto y fotos: Javier Quispe
Ahora que muchos botes están paralizados, sus propietarios aprovechan para limpiarlos. La parte inferior de estas naves se llena de musgo. También reparan sus cascos y compran pintura para que luzcan mejor.
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Sin la posibilidad de pescar para vender al público masivo, los pescadores de Chorrillos se ganan unos soles llevando hielo a las bolicheras que están en alta mar. La pequeña tripulación del Gaby II, todos con mascarillas, regresaba a las diez de la mañana después de cumplir esa misión. Cada día, acuden unas cien personas al muelle.
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No hay pesca pero se las ingenian. Algunos se ofrecen como estibadores, para cargar hielo, otros evisceran el poco pescado que aparece en el muelle. “No nos falta para comer, podemos pescar un poco para nuestras familias, pero no podemos pagar los servicios si no ganamos nada”, dicen.
De vez en cuando aparece uno que otro comprador en el muelle, sobre todo dueños de restaurantes. A ellos se les ofrece lo poco que tienen y que por lo general guardan para su consumo.
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Antes de la cuarentena, el muelle se llenaba de vendedores y público. Hoy solo acude el personal necesario. Esta señora es la única evisceradora del lugar, la que limpia el poco pescado que se pone en venta.
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Los más jóvenes esperan a que los llamen para un cachuelo. El oficio más requerido estos días es el de cargador de hielo. Los mismos pescadores se pasan la voz cuando hay una oferta de trabajo en el muelle
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