Se cumplió hace poco un año del asesinato de Eyvi Agreda perpetrado por su acosador, quien le prendió fuego para destruir su belleza y vitalidad. No es casual que en estos días en que arde se haya dibujado a la Amazonía tantas veces como una diosa femenina siendo atacada por lenguas de fuego e indiferencia.
A la tierra, la pachamama, también la pensamos como una mujer que da vida, de ahí que sus defensores nos recuerden siempre que el extractivismo salvaje es una manera de violarla, de arrancarle los frutos de su vientre, de dejarla yerma. Por eso no puedo evitar relacionar esta crueldad con que los machistas queman mujeres con la que el capitalismo devasta la naturaleza.
Ahora le ha tocado el turno a los pirómanos del bosque. La periodista brasileña Elian Brun lo contaba en su columna en el diario El País: Los hacendados brasileños, legitimados por los discursos antiambientalistas de Jair Bolsonaro, decidieron quemar el 10 de agosto sendas áreas verdes como un manifiesto político y como un gesto para demostrarle a su presidente lo que están dispuestos a hacer para seguirlo en su misión deforestadora.
Los incendios han aumentado desde que Bolsonaro llegó al poder. Él y Trump siguen riéndose de la crisis del cambio climático. Quitarse de los organismos mundiales que protegen la vida, dejar sin efecto las multas por desastres medioambientales, animar a los empresarios a depredar para dar de comer a los ricos del mundo, acosar a los indígenas defensores de la tierra son solo algunas de las razones por las que estos señores tienen las manos manchadas de cenizas. La Amazonía es como esa mujer llena de vida a la que el patriarca prende fuego para que sea solo suya. Luchemos por liberarla de sus amos.