No sé cómo terminará esta historia, la verdad. Pero suceda lo que suceda, desde ya me saco el sombrero y felicito al fiscal superior Frank Almanza, de la Sexta Fiscalía Superior Penal de Lima, por su actuación. Y es que recién he podido leer con calma, durante el fin de semana pasado, su resolución sobre la disposición de la fiscal María del Pilar Peralta Ramírez, quien, recordarán algunos, archivó el Caso Sodalicio. ¡Y de qué manera, por dios!Pues bien. Gracias al fiscal Almanza el Caso Sodalicio se ha reabierto. Y enrostrándole, asimismo, a la indolente fiscal todas sus falencias e incompetencias y omisiones. En términos demasiado legalistas, para mi gusto. Pero que dejan ver nítidamente que la labor de la fiscal Peralta en el Caso Sodalicio fue un mamarracho. Uno de mis recuerdos más vivos en este relato de citaciones y testimonios y pruebas y pericias en las anquilosadas y burocráticas instalaciones del ministerio público, además del inexplicable maltrato en el Instituto de Medicina Legal, fue cuando me negué a responder con un sí o con un no a una bizarra pregunta de uno de los abogados del Sodalicio. Aquel día la fiscal brilló por su ausencia. Decidió no ir, simplemente. Y le entregó el interrogatorio a los abogados de la otra parte. A los denunciados, es decir. En total, eran cinco o seis los individuos de saco y corbata apoltronados ahí. Todos abogados, menos yo. Y se entendían entre ellos, por señas, por números de artículos del código penal, por estrategias legales, y así. En esas, les decía, uno salió con una pregunta que requería cierto contexto y una mínima explicación. Pero el otro se puso necio. Quería que respondiera afirmativamente o negativamente. Y bueno. Qué quieren que les diga. No me dio la gana de responderle como él quería. Y no por caprichoso, que conste. Sino porque ya se los dije. Hay interrogantes complejas que no pueden contestarse escuetamente. Más todavía cuando el olor a emboscada se sentía en la habitación. Cómo habrá sido la cosa, que, de súbito, apareció de la nada otro hombre enternado para preguntar por qué tanto grito y dónde está la fiscal supuestamente a cargo, y en ese plan. Resulta que se trataba de otro fiscal, quien con un ademán inquisitivo se dirigió al asistente mecanógrafo. Este atinó a replicar con brevedad, y nada. Firmamos unos papeles y se suspendió la sesión. Mi abogado, Héctor Gadea, mientras miraba impasiblemente a sus colegas-adversarios me dijo “vámonos”. Y nos fuimos. La historia viene a cuento porque en la resolución del fiscal Almanza se consigna este “incidente”. Y apunta que dicho evento “refleja una inadecuada dirección del Fiscal a cargo de la diligencia”. Y dice más, claro. Las anotaciones de Almanza son durísimas e implacables. De esas que no se borran ni con lejía. Y que conste que no las voy a detallar ahora porque no tengo espacio para desmenuzar las casi treinta páginas que le dedica Almanza a la impresentable fiscal Peralta Ramírez. En cuanto a los olvidos o elusiones o despistes o meteduras de pata o traspiés, cometidos ya sea por desidia o dejadez, Almanza subraya algo que para todos era evidente. La fiscal solo admitió la declaración de nueve testigos, cuando en total eran veinticinco los que tenía que convocar. El argumento de Peralta fue: “Van a ser reiterativas y algunos viven en el exterior (como si no existiese Skype; aunque para irse a Roma, por cierto, no tuvo ninguna objeción)”. Sobre el particular, Almanza señaló lo obvio: “No se encuentra justificado que la Fiscal Provincial haya considerado las declaraciones solicitadas repetitivas y sin vinculación al caso, sin antes haberlas escuchado”. También recusó la tacha de los peritos, y de nuestros peritajes de parte. Todo esto le pareció “incomprensible”. Argumentaciones inválidas que no se ajustan a derecho y a los fines de la investigación, o algo así, apuntó el fiscal superior. Y casi hacia el final, el fiscal Almanza concluye taxativamente: “Las deficiencias advertidas en el transcurso de la investigación, desde su inicio hasta la emisión de la disposición cuestionada (en las que señala desorganización, falta de estrategias, pasividad en la investigación, incompetencia en la dirección) generan la necesidad de separar a la Fiscal a cargo de la investigación”. Por haber actuado “con dolo o culpa”.En síntesis, Almanza considera que la investigación sobre el Caso Sodalicio “debe ampliarse por un tiempo prudencial”. Y así estamos, les cuento. Confiando en que ahora nos toque el polo opuesto de la fiscal Peralta. No alguien que nos favorezca, ojo. Sino alguien que no sea indolente ni negligente. No pedimos más que eso. Un fiscal de verdad, o sea. En este sentido, es una excelente e ilusionante noticia la posibilidad de que el Caso Sodalicio pase a una fiscalía especializada de criminalidad organizada. Pero, como dice el apóstol Tomás: Ver para creer.