La inflación es el incremento sostenido y generalizado de los precios de bienes y servicios en una economía durante un periodo de tiempo. Esto significa que, con el tiempo, el poder adquisitivo del dinero disminuye, ya que se necesita más dinero para comprar los mismos productos y servicios. Este fenómeno puede ser provocado por diversos factores, como un aumento en la demanda, un incremento en los costos de producción o una expansión de la oferta monetaria.
La hiperinflación es una forma extrema de inflación, en la cual los precios suben de manera exorbitante en un corto periodo de tiempo. En estas situaciones, la moneda del país pierde su valor de forma drástica y rápida, lo que puede llevar a la gente a buscar otras formas de valor para proteger su riqueza, como el oro o las monedas extranjeras más estables. Aunque lo ocurrido en Argentina y Venezuela sorprendió a todo el mundo, ambos casos están muy lejos de los peores de todos los tiempos.
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En julio de 1946, la inflación en Hungría alcanzó un nivel catastrófico: 41.900.000.000.000.000%. Es el caso más severo de hiperinflación registrado en la historia. Los precios se duplicaban cada 15 horas. El valor del dinero que los húngaros llevaban en sus carteras cada mañana se reducía a la mitad por la noche, independientemente de cuánto fuera.
El billete de mayor denominación era de 100 trillones de pengős. La Segunda Guerra Mundial había eliminado el 40% de la riqueza de Hungría. El 80% de su capital, Budapest, estaba en ruinas: las vías ferroviarias y las carreteras habían sido bombardeadas y el Gobierno tuvo que pagar una indemnización millonaria tras el conflicto.
El país realizó varios intentos para reanimar su moneda, lo que llevó a que los ciudadanos dejaran de referirse a los billetes por su valor y comenzaran a diferenciarlos por su color.
El 1 de agosto de 1946, el Gobierno implementó un programa de estabilización radical que incluyó una reforma fiscal drástica, la recuperación de las reservas de oro que habían sido trasladadas al extranjero y la introducción de una nueva moneda, el florín húngaro, respaldado por sus reservas de oro y divisas extranjeras. El florín se lanzó con un valor de 400.000 cuatrillones de pengős por cada uno.
Zimbabue, después de implementar a finales de los años 90 una controvertida reforma agraria que incluía la expropiación de tierras pertenecientes a terratenientes blancos, experimentó un grave declive en su sector agrícola.
La situación se agravó debido a una costosa intervención en la Guerra del Congo, en 1998, y a las sanciones impuestas por Estados Unidos y la Unión Europea al Gobierno del entonces presidente Robert Mugabe, en 2002.
En los años siguientes, los precios comenzaron a dispararse. Para noviembre de 2008, la inflación había alcanzado una tasa mensual de 79.000.000.000%. Las tiendas aumentaban los precios varias veces al día. Esta crisis económica resultó en frecuentes cortes de agua y electricidad para la población, largas filas en los bancos y gasolineras y una grave escasez de alimentos en los supermercados.
Muchos cruzaban la frontera hacia Sudáfrica o Botsuana para comprar productos básicos, y el dólar estadounidense y el rand sudafricano se convirtieron en monedas de facto. En 2009, el Banco de la Reserva de Zimbabue dejó de usar la moneda nacional y adoptó la estadounidense y la sudafricana.