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Domingo

Cynthia Milton: “La CVR no tuvo éxito en convertirse en la versión oficial del pasado del conflicto armado”

La historiadora canadiense Cynthia Milton ha escrito el libro Los buenos militares (IEP, 2024), en el que habla de cómo el ejército ha creado su propia narrativa de lo que ocurrió en el conflicto armado interno. En esta entrevista habla de esa investigación.

La memoria del conflicto armado interno es un concepto asociado a los deudos de las víctimas de esos años de horror, a defensores de derechos humanos, a las ONG, pero las fuerzas armadas también han desarrollado su propia narrativa sobre la memoria. La historiadora canadiense Cynthia Milton ha escrito el libro Los buenos militares (IEP, 2024), en el que indaga sobre el trabajo realizado por los uniformados para que se conozca su propio relato de lo que ocurrió cuando combatían al terror de Sendero Luminoso y el MRTA. ¿Han tenido éxito en instalar en la mente de los peruanos esos conceptos? ¿Y han recuperado la imagen pública que se vio afectada cuando sus mandos se asociaron al régimen corrupto de Alberto Fujimori? En este diálogo, la investigadora da algunas respuestas sobre este tema.

¿Qué entienden por memoria las fuerzas armadas?

Evidentemente, las memorias son muchas. Y si estamos hablando de las fuerzas armadas, hay varios grupos. Está el Ejército, la Marina, la Fuerza Aérea, los equipos especiales vinculados a cada uno de estos institutos. También hay diferencias entre generaciones. Ahora, si estamos hablando del equipo que trabajó en el libro En honor a la verdad (la respuesta del Ejército al informe final de la Comisión de la Verdad), ellos tratan de interpretar los testimonios que recogieron los comisionados, su metodología. Memoria es un vehículo para entender el pasado desde el presente.

En su libro se dice que el Ejército ve a la memoria como un espacio de lucha política más que como una narrativa para todos los peruanos. ¿Por qué?

Este proyecto me llegó por los lados, yo estaba buscando información sobre memoria por el lado de las ONG que trabajan en derechos humanos, de las víctimas y sus maneras culturales de fijar el pasado, por arte, por música. Y cuando estaba recogiendo estas fuentes, vi que había memoria cultural saliendo desde las fuerzas armadas o de personas cercanas a ellas. Entonces me puse a observar estas visiones. Y me percaté de que la CVR no había tenido éxito en convertirse en la versión oficial del pasado del conflicto armado. Esto significaba que se tenía que hacer trabajo cultural para fijar la memoria de muchos y ese era el campo de batalla para reemplazar a la CVR y su visión del pasado.

¿Solo las fuerzas armadas ven a la memoria como un campo de batalla?

Las ONG y los grupos de familiares de víctimas intentan guardar sus memorias. Es un acto humano que se convirtió en un acto político cuando la CVR no tuvo éxito en convertir sus casos en la versión oficial para todos los peruanos. Entonces, tenemos a los familiares que te dicen: “Miren estos casos”. Mientras que otros grupos sociales, como las fuerzas armadas, responden: “Nosotros tenemos nuestros recuerdos también y no están dentro de la CVR”. Y esto ocurre también en otros países. Después de una transición hay una lucha para asegurar que sus memorias estén presentes.

¿Diría que las fuerzas armadas promueven la censura de algunas experiencias culturales para que prevalezca su narrativa de lo que pasó en el conflicto armado interno?

Tengo un capítulo en el libro sobre los usos de la censura y allí doy algunos ejemplos de censura activa, por ejemplo a la obra de teatro La cautiva, que habla de una chica de un pueblo andino, que es violada y asesinada por los militares. Y allí cuento cuál fue la reacción de algunos miembros y exmiembros de las fuerzas armadas en posición de poder político. Intentaron cerrar la obra, callar a la productora. Hay censura que no es tan abierta. Cuando, por ejemplo, alguien tiene miedo de que lo acusen por hacer apología al terrorismo y se autocensura. Hay una imagen también que hizo el artista Piero Quijano. Es una imagen que recrea una foto de los estadounidenses en Iwo Jima. Cuando salió esta imagen no hubo mucho problema para el artista. Pero cuando se le incluyó en una exposición de arte, allí hubo miembros de la clase política, antiguos miembros de las fuerzas armadas que pidieron que la sacaran. Y eso sí es censura.

Antes de que empezara la guerra contra Sendero Luminoso, el Ejército usaba una narrativa que lo presentaba como una institución intachable, un grupo de defensores de la democracia y la nación. ¿Esa percepción que ellos construyeron cambió cuando se supo que había participado en violaciones a los derechos humanos y en la corrupción del gobierno de Alberto Fujimori?

En el libro, la mayoría de fuentes culturales son del Ejército. Y eso se da por dos motivos. Fueron los que hicieron la mayoría del trabajo en el conflicto con Sendero Luminoso, con la Policía Nacional. Y el Ejército tiene su propia narrativa del pasado y de su relación con la nación. En las conclusiones del libro hago un análisis del himno del Ejército, que dice: “el Ejército unido a la historia”. Y este himno –que existía antes, pero fue adaptado en 1976– habla de la honra, de la fidelidad, de proteger la nación, de la justicia social. Imagino que a los soldados que cantan este himno les debe dar mucho orgullo. Es importante que hablemos del 76, que es después de las reformas de Velasco. Había una corriente reformista dentro del Ejército, que veía que el desarrollo da seguridad. En mi libro digo que esta corriente reformista tuvo mucho apoyo, pero que también hubo épocas de línea dura, que no compartía esa perspectiva. Los de línea dura se vincularon mucho con Fujimori, y cuando él cayó, ellos cayeron con él. Fue una época de deshonor para el Ejército. Habían perdido su sentimiento de estar unidos a la nación, de trabajar para la justicia social, incluso de proteger las fronteras, porque habían cometido violaciones a los derechos humanos contra sus propios ciudadanos.

¿La narrativa que construyeron en el 76 se diluyó con el gobierno de Fujimori?

Exacto.

Según Cynthia Milton, desde 2009 el Ejército empezó a difundir su propia versión de lo ocurrido durante el conflicto armado interno. Foto: John Reyes / La República

Han pasado más de dos décadas del gobierno de Fujimori. ¿El Ejército ha podido reconstruir su imagen pública?

Como periodista peruano, imagino que ya tienes una respuesta (se ríe).

Sí, pero quiero conocer la suya.

De acuerdo, como extranjera, mirando desde afuera. Cuando yo empecé a escribir este libro, en el mundo académico no se usaba tanto la palabra posverdad. Y ahora estamos en la época de la posverdad en la política. Hay corrientes que distorsionan el pasado, que no es lo mismo que decir cosas que sean falsas. Es tomar el pasado, contorsionarlo, cambiarlo, para que salga un mensaje diferente. Y con la caída de Fujimori y las fuerzas armadas muy debilitadas, en la época de deshonor, cerca al 2009 empezaron a trabajar fuertemente sobre cómo reconstruir su imagen. Por un lado, intentaron hacerlo con libros, cine, memoriales, museos. Y por otro lado, había intentos de reformas internas. Empezaron programas para que sus soldados llevaran maestrías en derechos humanos y cosas así. Por decirlo de otra manera, con una metáfora, habían cambiado su ropaje para parecer democráticos. Y con la elección de Ollanta Humala, en 2011, queda claro que un antiguo militar puede llegar a ser presidente, por elecciones y no por un golpe. En el Perú se nota ahora que militares retirados están en altos cargos elegidos e incluso en roles civiles.

¿Cómo se llevan los peruanos con las fuerzas armadas? ¿Es una relación marcada por el respeto, el miedo, la desconfianza o es una suma de todas esas cosas?

De nuevo voy a dar mi perspectiva desde lejos. Como extranjera, cuando veo el desfile de fiestas patrias percibo el orgullo. Como canadiense, nunca he visto un desfile militar en Canadá, nunca. Pero eso forma parte de la cultura peruana, hay niños que se visten y se mueven como soldados para mostrar su orgullo por la nación. O como cuando hay crisis, como la del covid, muchos países, incluso Canadá, llamaron a las fuerzas armadas para ayudar a controlar la pandemia. Allí vemos a una institución del Estado que ayuda a la ciudadanía a superar un problema. Pero también tienen miedo a las fuerzas armadas y esto tiene su origen en las desigualdades de la sociedad. Los que tienen miedo de las fuerzas armadas son de clase social diferente, de condición étnica diferente, vienen de regiones diferentes. Y este miedo tiene que ver con experiencias propias.

¿La gestión de Ollanta Humala ayudó a la imagen que tenemos del Ejército?

Entiendo que su hermano va a postular (sonríe), ya veremos cómo funciona la familia. Creo que la respuesta es que Ollanta Humala no era el protagonista de este cambio, pero sí el producto del mismo. Él llegó al poder porque los militares ya habían recuperado su imagen. Por eso vemos ahora cada vez más exmilitares en la política. ❖