Por Juno Marino
Una casa no es solamente arquitectura que se eleva sobre determinada superficie del globo terráqueo, sino también una forma de consolidación espiritual. Tal vez por eso el poeta Novalis, especialista en condensar el romanticismo a su mínima expresión, alguna vez escribió: “¿Hacia dónde vamos? Siempre hacia casa”.
Será este epígrafe, precisamente, el que gatille ‘Casa frágil’, muestra que marca el retorno de Lucy Jochamowitz (Lima, 1954) tanto a su ciudad natal como a su circuito artístico.
“Ese verso me obligó a repensar cómo todo viaje nos devuelve al punto de partida. Cómo siempre estamos dirigiéndonos hacia aquello que es lo nuestro. Lo difícil es descubrirlo, aceptarlo. Y como toda exposición nace de una pregunta urgente, quise dar respuesta a donde está la casa, mi casa y nuestra casa como país”, reflexiona la artista afincada en Florencia.
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Esta vez decidió cruzar el charco movilizando lo que cosechó durante la pandemia: dibujos sobre tela donde el cuerpo femenino termina seccionado en partes, manos sujetando hilos que se articulan en la perspectiva, biombos de papel donde crecen venas arboladas, pedazos de tronco humano flotando sobre espacios cargados de bruma.
Ante lo cual, una pregunta cayó de madura: ¿Qué es una casa para Lucy Jochamowitz? “Es el autorretrato de nosotros mismos. Nuestro cuerpo es casa, cuerpo, país. Un caracol se lleva su casa a cuestas. El nido es una casa sin techo que no toca tierra. Humanos y animales construimos nuestro propio espacio permanentemente”, responde.
Y entre semejante proliferación de cuerpos fragmentados que se transforman en domicilios y moradas que echan raíces proyectándose como estrías subterráneas, una constante: la inmigración. Un inmueble como símbolo del que no la tiene. “Al ir trabajando esta muestra caí en cuenta de la fragilidad inherente a la casa.
Esa fragilidad la comparto con las mujeres inmigrantes, esas que salen afuera en busca de un lugar donde echar raíces. Fue así como surgió la necesidad de escucharlas y grabar sus voces contando sus búsquedas. El azar, las limitaciones que encuentra todo inmigrante para estar en un lugar ajeno. Estas voces son parte de la exposición”.
¿Y dónde te sientes más inmigrante, en Lima o en Florencia? “Mis primeros veinte años en el Perú pesan el doble respecto a los muchos años que viví afuera. Perú es mi origen, Italia mi elección y exilio. Diría que tengo dos casas. Sin embargo, soy inmigrante en las dos. Es una paradoja, ambas casas se complementan”.
Tal vez por eso ella prepara especialmente sus muestras para Lima. ¿Qué determina su periodicidad? “Mantengo una presencia artística en Perú periódica. Por la distancia, las burocracias, las aduanas, no resulta fácil traer una muestra desde el extranjero.
Las exposiciones personales siempre son un proyecto, un tema, como decía antes, es una pregunta urgente a responder. Esto es lo que me permite desarrollar y ahondar a fondo en mi obra”.
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Una obra a veces iluminada por el rojo sangre corpóreo, otras veces sombreada por los claroscuros de la incertidumbre. Una punzante red de espinas como vasos comunicantes jugando con no-lugares trazados con escalpelo. Para un viaje a través de arterias que se desgarran.
Por fibras que se conectan a otros fragmentos hasta terminar funcionando como manos. Para que así, entre mujeres-caracol y mujeres-habitación, el espectador terminará cubierto de bronce o porcelana antes de hundirse en el fondo de la tierra.
Muestra: En el C. C. Garcilaso. Jr. Ucayali 391, Lima. Visitas: martes a viernes de 10 a.m. a 8 p.m. Sábados, domingos y feriados de 10 a.m. a 6 p.m. Ingreso libre.