El último jueves 8 de diciembre, la Administración de Alimentos y Medicamentos de Estados Unidos (FDA) aprobó el uso de las vacunas bivalentes contra la COVID-19 para niños de hasta 6 meses de edad. Estos nuevos inmunizantes, desarrollados por Pfizer y Moderna, se caracterizan por combatir dos versiones muy distintas del coronavirus SARS-CoV-2.
Por un lado, nos protege contra el linaje original detectado en Wuhan —la versión original del patógeno que sirvió para desarrollar la primera generación de vacunas— y las primeras variantes como alfa, beta, gamma y delta. Por otra parte, nos defiende del linaje ómicron y sus múltiples ‘hijas’, principalmente de las subvariantes BA.1, BA.4 y BA.5, que fueron responsables de las últimas olas de contagios en el país norteamericano.
Según datos de los Centros para el Control y la Prevención de las Enfermedades (CDC) hasta noviembre más de 39,7 millones de personas en dicho país han recibido esta vacuna. Mientras tanto, todavía ninguna nación de Latinoamérica, entre ellos Perú, tiene acceso a ellas.
Leslie Soto, médico infectólogo del hospital Cayetano Heredia, sostuvo en una entrevista a La República que las vacunas bivalentes fueron desarrolladas por las farmaceúticas porque la estructura del coronavirus SARS-CoV-2 cambió sustancialmente con ómicron, el cual demostró evadir mejor la inmunidad adquirida por las vacunas y la enfermedad previa.
“La vacunación inicial no tiene tanta efectividad contra la ómicron como sí lo tiene para las primeras variantes, que todavía están en el ambiente”, explicó Soto.
En ese sentido, los refuerzos bivalentes —también llamados vacunas de refuerzo contra ómicron— proporcionan una protección adicional significativa contra la infección sintomática por el patógeno en personas que antes recibieron dos, tres o hasta cuatro vacunas monovalentes.
Las vacunas bivalentes también son llamadas vacunas de refuerzo contra ómicron. Foto: AFP
Ahora, quizás te preguntes ¿qué sentido tiene adquirir una protección adicional contra una nueva subvariante de ómicron si probablemente en unos meses el patógeno podría adquirir otras mutaciones que lo hagan distinto y que se necesite una nueva vacuna?
Además de estar más protegidos, según el doctor Soto, el objetivo es ralentizar el ritmo de mutación del SARS-CoV-2 y empezar a controlar más la situación como se hace, por ejemplo, con la influenza. Como se sabe, las vacunas contra esta enfermedad son actualizadas anualmente a partir de la cepa que predominó en el hemisferio opuesto durante la temporada de invierno.
“Mientras no tengamos mucha gente vacunada (protegida contra todas los linajes circulantes), la cantidad de variantes que van a existir será muchísimo más. Pero si tuviésemos más gente vacunada, la cantidad de variantes será menor. Así podríamos tener una vacuna ordenada y única como la influenza y tener la situación más controlada”, señaló Soto.