En los últimos meses, cuatro alcaldes electos por Solidaridad han renunciado a este partido; son los burgomaestres de Comas, Independencia, Villa María del Triunfo y el Rímac. La renuncia de este último ha sido sonada porque Enrique Peramás tiene elevado perfil y ha efectuado fuertes declaraciones sobre sus desavenencias con el alcalde de Lima. Aunque, este proceso pasa casi inadvertido porque el estilo de Castañeda consiste en hacer invisibles los asuntos públicos. Por ello, bien merece una revisión.Los problemas en Solidaridad se inician con la renuncia de José Luna, muy contrariado por el retiro de la plancha presidencial y la frustración de su reelección al Congreso. Como recordamos, la candidatura de Nano Guerra García no despegó y Castañeda la retiró para mantener la inscripción de Solidaridad, pero dejó off side a Luna, quien era una persona clave; principal financista y organizador del aparato. Al renunciar, varios alcaldes y activistas de Solidaridad lo han seguido.La crisis de Solidaridad se manifiesta en los municipios distritales, pero no ocurre lo mismo a nivel de regidores en el Concejo Metropolitano. Por el contrario, ahí se mantienen unidos alrededor de la mano dura de Patricia Juárez, la verdadera autoridad en estos días. Ello evidencia que los problemas de Solidaridad se originan en la mala relación entre Lima y los distritos. En efecto, desde ellos se observa una creciente incompetencia de Lima Metropolitana. La antigua fortaleza de Castañeda, eficiencia en la ejecución de obras, ha ido cediendo y ahora son escasas las inversiones de impacto y las ejecutadas han sido unánimemente cuestionadas, como por ejemplo el fracaso del bypass de Wilson con 28 de Julio. Una obra absurda, porque solamente traslada la congestión cien metros, fluido bajo 28 de Julio y tan atracado como siempre comenzando la avenida Arequipa. Para colmo, presenta un plan para el futuro donde la clave consiste en multiplicar los bypass. Castañeda piensa solamente en el automóvil particular y sin creatividad para siquiera hacer fluir el tránsito.Por ello, hay malestar con su gestión alrededor del tema del transporte. Se multiplica la sensación de que Villarán había avanzado en ese terreno y que Castañeda ha retrocedido por desinterés. Y como el transporte es uno de los más agudos males de Lima, entonces su gestión ha comenzado a caer en aprobación ciudadana. Incluso los medios de comunicación están criticando al alcalde de Lima y entre columnistas no se halla quién lo apoye. Sin embargo, las encuestas siempre le han sido favorables y aunque viene cayendo, aún se mantiene bastante alto. Por ello, con Castañeda una pregunta ineludible es la causa de su gran aceptación.Castañeda es empático con el limeño(a) promedio por dos razones. Uno, es permisivo, no busca controlar ni regimentar. En otras palabras, deja hacer y en una sociedad de informales, conviene ese posicionamiento de la autoridad, porque facilita el desenvolvimiento de la actividad económica individual. Dos, es mudo y no pelea con nadie, excepto con su oposición interna. Pero, fuera de ella, Castañeda no es estridente ni tiene enemigos, por el contrario muchos políticos lo buscan como aliado. Por ello, conserva una fortaleza que está lejos de evaporarse.Pero, ha exagerado y la campaña ciudadana, animada por el regidor Hernán Núñez, para que informe de su gestión apunta a una de sus mayores debilidades. En efecto, si antes era conocido por su silencio ahora está prácticamente ausente. Aparece cinco minutos en la sesión de Concejo, pasa lista y se retira sin despedirse. No se sabe nada, no explicita sus planes ni rinde cuentas de sus iniciativas. Pasar de mudo a fantasma podría ser el punto de quiebre de su alta popularidad.