La escritora y poeta cubana publicó este año su quinta novela "Domingo de Revolución", una historia personal en medio de la dictadura. , Escarbar en el dolor es una tarea quirúrgica que todo escritor ensaya sobre un papel. Y ello se acompaña con esa búsqueda infinita de las palabras, dispersas en el tiempo y en la memoria. En ese ritmo sosegado y frenético se encuentra Wendy Guerra. En medio de la fauna del castrismo, la escritora y poeta cubana vive uno de los momentos más importantes como autora a nivel internacional, pero al mismo tiempo en una cárcel. Así como diría Agustín Acosta: "Soy en mí como es en sí la sombra: causa de luz y efecto de sí misma". En abril de este año, Guerra publicó su quinta novela. "Domingo de Revolución" pasa de ser un autoretrato al retrato colectivo, cuya composición se centra en la represión y en la soledad. Conversamos con la escritora para resolver algunas dudas. Por la portada y gran parte de la historia, puedo imaginar que el libro lo hizo pensando en su propia experiencia. ¿Ha sido una catarsis para usted? ¿Lo son sus demás libros? La literatura es el arte dibujar el conjunto sensorial de nuestras experiencias. Mi trabajo, en cada libro, incluso en la poesía, parte de un Diario personal que llevo desde la infancia, luego hay todo un proceso dramatúrgico importante que muele la realidad y la fusiona con la ficción sin dejar de encontrar nexos con el contexto en el que vivo; hacerlo de un modo verosímil es el verdadero reto. En este trayecto hay catarsis, un sedimento de la experiencia real y el robo a mano armada de la vida de los otros para poder construir esta obra de autoficción. En las primeras páginas de "Domingo de Revolución", el personaje de Cleo describe su situación en Cuba, llegando a un punto en el que ella misma se dice que "no existe". ¿Para usted, qué tan difícil le ha sido asimilar ciertas situaciones en las que se topa con un gran muro? Uno debe ver siempre el lado amable de las cosas. El muro permite estar aislado meditando sobre lo que vives. Ahora estoy en una hermosa isla, una cárcel con playas y música cubana. Una cárcel sumamente curiosa y versátil. Eliseo Alberto Diego narraba un contexto similar en La Fábula de José como un zoológico. Pienso que era razonable, se trata de un gran Zoo donde nos dan atención médica, comida y techo, pero también estamos presos en nuestras circunstancias de agua y política. Yo en Cuba, como Cleo mi protagonista, No Existo, tengo el don de la transparencia y desde esa dura pero privilegiada posición; escribo de memoria. ¿Cuál es su manera de sobrevivir en Cuba como escritora? Escribir, asentar, rememorar, instigar, comer frugalmente, nadar, entrar y salir frecuentemente a respirar con algunos pocos suministros que me permitan resistir. Leo mucho, medito, escribo, nado, me reúno con los amigos que aun me quedan en la isla, por el momento soy una sobreviviente del naufragio. Veo pasar los pocos barcos que nos descubren y los aviones distantes, pero, me pregunto, verdaderamente ¿A quién le intensaría rescatar un naufrago como yo? Mi única respuesta posible es: a los lectores. Voy a hacerle la misma pregunta que se hace Cleo. ¿Te castigan a ti o a tus libros? Castigan la libertad de expresión. Castigan la libertad. Castigan. Más que escritora, ¿no se ha sentido una reportera de guerra? Vivo en este trópico socialista donde narro, describo y coloco personajes en situaciones sentimentales, dramáticas difíciles. No soy una autora política pero en Cuba la política entra por la ventana y se hace doméstica. Yo hablo de personajes que resultan reales porque se parecen a uno, refieren una épica particular, lamentablemente me tocaron vivir días donde la guerra fría ha terminado pero escribo quemándome las manos en esta otra guerra caliente. Cuando habla del padre fusilado de Cleo, me recordó mucho al caso Arnaldo Ochoa. Aunque el castrismo haya querido que pasara al olvido, no se dejará de hablar de él, ¿no? Este personaje muere, es fusilado en 1978, mucho antes de la Causa Número Uno de 1989 a la que te refieres. Este es más bien un homenaje a los miles de misterios que tenemos aquí aun sin resolver en estos casi 60 años, mitos, leyendas, secretos militares que no hemos podido descifrar. Cada quien debe leer en el libro la historia que le resulte familiar, la apropiación de referentes históricos es un excelente juego, el protocolo que establecen los lectores con los textos. En el desarrollo de la historia se le escapa mucho lo poeta. Y pienso que lo ha sabido combinar muy bien. Muchas gracias, para mí es un elogio haber podido hacer una carrera dentro de la narrativa sin desertar de la poesía. La poesía es mi lengua materna. En "Negra" y en este libro hay escenas de sexo muy explícitas, pero desarrolladas con mucha sutileza. ¿Le ha costado hallar las palabras? Las palabras ya eran parte de este texto sin haber sido escritas. Hay un universo sensorial que viene con la magia de lo que escribes, esas eran las herramientas, los ingredientes de un libro que alguien va dictándome cuidadosamente desde alguna zona que desconozco. La sexualidad es la poesía del cuerpo, allí está asentado como parte de los rituales de los personajes. En la mitad de la historia menciona a Gabriel García Márquez. ¿Qué ha sido Gabo en su vida? Mi último maestro, mi padre adoptivo, mi luz. ¿Su libro forma parte de algún realismo trágico? Eso se lo dejamos a los críticos y académicos, yo soy solo alguien que escribe textos sobre la arena, escribe nerviosa y apurada antes que el agua se lo lleve, si lo duda, pregúntele al poeta Gastón Baquero.